Una puntualización a «Diez años sin Avello»
En el número de LA NUEVA ESPAÑA correspondiente al martes 24 de abril, el redactor Chus Neira publica un entrañable artículo dedicado a la memoria del inolvidable Manolo Avello, fallecido hace ahora diez años.
Me sumo a todo cuanto Chus Neira escribe..., excepto en un punto, en que debo estar en desacuerdo, que es aquel en el que se refiere al trabajo de Manolo como profesor en el Colegio Auseva de los HH Maristas de Oviedo. Yo fui alumno suyo allí, precisamente el año en que él comenzó a dar las clases (entonces estudiaba yo el curso segundo de aquel Bachiller tan denostado por quienes no lo conocieron, de «Séptimo y Reválida»). Era nuestro profesor de Historia. Y quiero asegurar, con total conocimiento de causa, que jamás dio clases de política (como llamábamos a la Formación del Espíritu Nacional... ¿Les suena de algo alguna asignatura actual?). Entre otras cosas, supongo, porque para dar entonces ese tipo de clases se exigía al profesor que tuviese el título de «oficial instructor del Frente de Juventudes», que no se obtenía en una facultad universitaria, sino en una cosa llamada «Academia de Mandos José Antonio».
El propio Manolo Avello, del que tuve la suerte y el honor de haber sido alumno, amigo y compañero en la redacción de LA NUEVA ESPAÑA, escribió lo que transcribo a continuación en el prólogo de mi libro «Los asturianos y sus cosas» (cuyos capítulos habían ido publicándose en las páginas dominicales de este periódico). Dice así:
«Carlos M.ª de Luis, doctor en Filosofía y Letras, cuando era niño se sentaba en un pupitre del aula del Colegio de los Hermanos Maristas donde yo, en la tarima, me esforzaba por enseñar historia, literatura, gramática y hasta latín. Para mí, y ahora que Carlos María es compañero de trabajo en la redacción de LA NUEVA ESPAÑA, supone una alegría muy grande redactar este prólogo, porque es el primer prólogo de mi vida, y porque el libro que sigue –"Los asturianos y sus cosas"– revela a aquel chaval convertido en hombre, con perilla y todo».
De propia confesión de Manolo Avello queda, pues, bien claro, que (como todos los recién salidos de aquella Facultad de los años cuarenta) era capaz de dar clases de lo que le echasen, y además, de tomar el pelo a los frailes siempre que era menester. Sus clases eran maravillosamente entretenidas e irrespetuosas con la ortodoxia entonces vigente. Y aún lo eran más cuando arreaba con sus comentarios («sarcásticos», como él decía con sorna) contra los monarcas de Inglaterra. Pero quede claro que jamás dio clases de otro tipo de «política» que no fuera ésa...
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