El cazador, cazado
Parece ser que en España existen un millón de licencias de caza. Ahora sabemos que de todos ellos, sólo un cazador ha sido cazado. Un país donde, por una cacería –ya sea en África o Torrestío– responsables de la vida social y política se ensañan con la máxima figura del Estado, como es el rey Juan Carlos, es un país enfermo, que está más cerca de la demencia que de la cordura.
Y el caso es que el pueblo no ha reparado mayormente en que el jefe del Estado hubiera ido a una cacería de elefantes en Botsuana, más bien se ocupó de los efectos de su caída. Por ello, no es de extrañar que muchos ciudadanos de distintos estamentos sociales, boquiabiertos con los ataques a que ha sido sometido el rey de España, se pregunten cuál es la causa de tanto ensañamiento. Con esta pregunta está dicho todo. Ha sido una auténtica cacería. Como buitres carroñeros se han lanzado a descuartizar su pieza preferida, no el elefante, que en el fondo les importa un bledo, sino al cazador. De la noche a la mañana, España se ha convertido en el plató nacional de la Quinta de Berlusconi.
Nunca tanta demagogia se vertió en España como con el accidente en el que fracturó la cadera el Rey Juan Carlos. Hasta el punto que, en una decisión que consideramos desmedida, tras el alta del hospital, el propio monarca pidió disculpas. Sin embargo, hay que valorarlo como un gesto de humildad y un ejemplo que imitar, siguiendo el principio de que el ejemplo siempre es descendente. Estaremos expectantes, a ver quién es el primero en imitarlo. En treinta y siete años nadie ha pedido perdón por nada a la ciudadanía y miren que se cometieron fechorías, barbaridades y hasta atrocidades: crímenes terroristas, de Estado, corruptelas y despilfarro, como tampoco los responsables de los más de cinco millones de parados. El diciembre próximo se cumplen 25 años de la masacre terrorista de Zaragoza, con 11 muertos (5 niñas) y 88 heridos. Y seis más tarde, como se quedaron cortos, o sea, 19/6, la matanza de Hipercor de Barcelona, con 21 personas muertas.Y ahí tenemos, en los parlamentos, a representantes de esa causa tan noble como segar la vida de ciudadanos inocentes.
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Este safari sobre el rey de España también ha servido para que algunos desvelaran su catadura política y profesional en los medios con el óxido y hedor de sus plumas. En un periódico de los de mayor tirada del país, una tal Maruja Torres, a propósito de la cacería en cuestión, tras la digestión pertinente, expelió sus excrementos por la boca de arriba. En el fondo, este tipo de desagradables acontecimientos tiene su parte positiva, pone al descubierto los verdaderos sentimientos e intenciones de cada cual.
Nota colateral: no es cuestión de ser anti o promonárquicos, es lo que hay; al fin y al cabo, los españoles, por referéndum, elegimos este modelo. Lo que debemos hacer es esforzarnos ante todo por ser personas.
José Antonio Coppen Fernández
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