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Joaquín Lázaro, redivivo

30 de Abril del 2012 - Agustín Hevia Ballina

En los fastos de la Catedral ovetense quedará destacada la fecha del miércoles 25 de abril de 2012, cuando el grupo orquestal «Forma Antiqva» ofreció a sus seguidores uno de sus conciertos más señeros: «La Sancta Ovetensis: música orquestal de la Catedral de Oviedo». Respondía este concierto a una ilusión largamente acariciada de dar a conocer el primer fruto sobre el estudio y ejecución de las partituras musicales de un compositor eximio y singular, el sacerdote turolense, maestro de capilla de la Catedral de Oviedo, Joaquín Lázaro y Rubira, natural de la villa de Aliaga, en el Reino de Aragón, donde vio la luz primera en el año 1746, falleciendo en la ciudad de Mondoñedo en 1786, a los 40 años de edad, después de legar por testamento sus partituras musicales al cabildo ovetense, que las conserva con mimo y delectación en su archivo capitular. Este magno concierto fue posible merced al patrocinio y mecenazgo del Centro Nacional de Difusión Musical, del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y del Ayuntamiento de Oviedo, a través de su Concejalía de Cultura, contando con la colaboración del cabildo de la Catedral Metropolitana de Oviedo.

A juicio de los entendidos, resultó un concierto esplendoroso, lleno de logros de ejecución, en que, bajo la dirección de Aarón Zapico, consiguió méritos más que sobrados cada uno de los intérpretes, personalizando en la soprano extremeña María Espada la síntesis del éxito compartido por todos los componentes. Aunque, desde mi perspectiva personal, pueda decirme el más modesto crítico para enjuiciar una ejecución tan acabada, sin embargo sí puedo manifestar la expresión de gusto y satisfacción, no exenta de cierta emoción contenida, que me produjo este concierto, que me atrevo a calificar de magnífico. Por otra parte, sí me es muy grato resaltar una faceta, en la que me siento hondamente implicado, dada mi condición de archivero del Archivo Catedralicio, donde la música de los siglos, que se vino ejecutando con primores los más subidos en la «Sancta Ovetensis» se halla depositada y custodiada, para disfrute, al fin alcanzado en el presente caso, de la generación actual, esperando que, en futuras acciones de rescate, la musicóloga María Sanhuesa Fonseca, con la colaboración de los hermanos Zapico y de «Forma Antiqva», con la promoción de Adela Sánchez, puedan lograrse similares éxitos para futuras próximas actuaciones, contando con el virtuosismo de los componentes de este grupo, que tan alto está dejando el papel de la música en Asturias.

Subtítulo: Brillante estreno de «Forma Antiqva» en la Catedral de Oviedo

Escuchando a «Forma Antiqva» y a su conjunto de instrumentistas, destacando el papel como primeras figuras de la mentada soprano María Espada y de Guillermo Peñalver en el manejo de la flauta travesera, en el marco grandioso de la nave catedralicia, teniendo de telón de fondo el grandioso retablo catedralicio de Giralte de Bruselas y de Juan de Balmaseda, a los acordes de los variados instrumentos, con tanto virtuosismo manejados por todos los intérpretes, uno experimenta la emoción entrecortada de verse trasladado a otros siglos, que, a partir del decimoséptimo, bajo la batuta de los maestros de capilla y de los organistas fueron acreciendo el acervo musical catedralicio con sus composiciones, permitiendo escuchar en los ámbitos del culto divino de la Catedral la mejor música que imaginarse fuera posible. Uno iba recreando en los entresijos de su mente aquellas reñidas oposiciones, que atraían músicos desde todos los recovecos de la geografía hispana para ser admitidos al desempeño de unas prebendas que llevaban anejas cargas de la Maestría de capilla o de las plazas de organistas. Numerosas composiciones musicales, conservadas en las partituras o en los denominados «Libros de Facistol» del Archivo Capitular, nacieron, en efecto, como ejercicios académicos realizados por los opositores, que eran incorporadas a los fondos ya custodiados en el Archivo.

Dejándose llevar en alas de la imaginación más desbordada te parecía estar embebiendo, a los acordes de la que sonaba como sublime música, de unas presencias lejanas y actuantes en un hoy que te parecía hacerte despertar de no sé qué emocionantes ensueños, para empaparte en unos encantos en que se entremezclaban caprichosamente el hoy y el ayer, sin que, a duras penas, consiguieras dilucidar qué era presente y qué pasado, a través de los sones de la Orquesta Catedralicia, hecha objeto de estudio tan acendrado por el querido don Raúl Arias del Valle, protagonizados por esa casi mítica orquesta de la Catedral y por unos músicos y maestros de capilla, que, durante el siglo XVIII y buena parte del decimonono, dieron esplendor a unas ceremonias, con que el cabildo catedralicio ejercitaba sus obligaciones de dar culto a Dios Padre a través de las celebraciones litúrgicas de la Santa Misa y del Oficio Divino, sin poder aclarar si aquellos sones y melodías eran los de la «Forma Antiqva» del hoy o los de las orquestas catedralicias de otrora, hechas resucitar en la figura del maestro de capilla Joaquín Lázaro por el director y clave Aarón Zapico.

No podías escuchar sin emoción contenida el aria para tiple, trompas, cuerda y continuo dedicada a «Eulalia dichosa». Podría parecerse que las Santas Reliquias de la Niña Emeritense se revolvieran en la arqueta depositada en su capilla donde, desde el siglo XI, para una veneración tierna y delicada de Santa Patrona de la Diócesis del Principado de Asturias y de la ciudad de Oviedo.

Alternando melodías de Antonio Vivaldi, con logros orquestales de G. P. Telemann, en un discurrir ininterrumpido, fueron sucediéndose los sones bien conjuntados de «Forma Antiqva», trayendo a presencia casi tangible al maestro de capilla Joaquín Lázaro en su aria para tiple, flauta, cuerda y continuo titulada «Ven en buena hora, Dios Soberano», con tanto lucimiento interpretada por María Espada –al final repetida como colofón del concierto–, siguiéndose la composición «Reparad qué luz clara y peregrina», grandiosamente conseguida en su recitado y cavatina para tiple, trompas, flautas, cuerda y continuo.

Hubo un guiño para la asturianía, expresado en su genuinidad lingüística original por el maestro Lázaro, cuando resonaron los acordes de «El Soberano Dios», un recitado y aria para tiple, trompas, flautas, cuerda y continuo, compuesto en honor del patricio tinetense don Pedro Rodríguez Campomanes. Como conclusión se escuchó la interpretación de uno de los villancicos más bellos del Maestro homenajeado, el que lleva por título «Noche preciosa, clara y divina», aria para tiple, trompas, flautas y continuo. En resumen, un magnífico concierto de «Forma Antiqva» resucitando en la Catedral de Oviedo al maestro de capilla Joaquín Lázaro y Rubira, constituyendo como prenda y expectativa de nuevos aportes para hacer viva y actuante la sublime música que custodia el Archivo de la Catedral ovetense, la de los Furió, los Bros y Bartomeu, los Cuéllar y Altarriba, los Guaza o los Páez Centella, los Balius y los García Carrasquedo, los Garay, los Irianzo y Úbeda, los Jimeno, los Miralles, los Náger o los Ripa, los Reyero, los Jove y Puerta, los Lolli, los Hernández Ascunce o los Manzano, los Anel o los Fernández Arias, los Sáenz, Víctor y Domingo, o los del más reciente D. Medardo Carreño, para culminar en D. Alfredo de la Roza Campo, todos que Santa Gloria hayan y que ofrecen un filón sumamente prometedor para nuevas exploraciones e interpretaciones y con firme esperanza de futuros acreces.

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