Trabalenguas
Sobrevalorar los mercados es una sibilina y bien cimentada labor de sus mercaderes. Algunos clientes habituales de esos mercados (anímicamente) enarbolan también el estandarte de la especulación. Y así sucesivamente. Esta agonía en cadena, acaparadora de bienes materiales, hizo de la economía de mercado un auténtico templo de mercaderes, donde cualquier especulador de medio pelo llegaba a enriquecerse a una velocidad endiablada. La moneda de cambio: el ladrillo. Economía de mercado loca y desbordada por la connivencia de sus mercaderes; con clientes ignorantes, cargados de estereotipos sociales. El paso del tiempo, como suele suceder siempre, nos descubre la intención de las acciones del pasado, y nos pone de manifiesto que, los que fabricaron y se repartieron el pastel, fueron las grandes empresas inmobiliarias y los bancos, acompañados por el afán recaudatorio de las instituciones estatales. Algunas empresas y autónomos con vagos conocimientos sucumbieron. Fueron engullidos por los inventores principales de la operación ladrillo. Algunos, rescatados del naufragio por sus afines.
Las bofetadas más sonadas van a parar a los de siempre: la sufrida clase media. Los que viven de una retribución mensual, los que corren el riesgo de que sus sueldos queden diezmados por la recesión, con presupuestos endémicos, difíciles de enderezar.
Crisis, políticos, banqueros, desempleo, congelaciones y retrocesiones salariales, subidas de tarifas en recursos básicos, prevaricaciones, estafas, privatizaciones, desahucios, embargos; circunstancias todas ellas, propicias para que la sufrida clase media no piense jamás en convertirse en Business Class.
Un trabalenguas: El país está enladrillado, quién lo desenladrillará, el desenladrillador que lo desenladrille, con la sufrida clase media jugará
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