Un sistema de salud de primera
En estos últimos cinco meses he perdido a dos de las personas más importantes en mi vida: mi pareja Juan y mi padre Víctor.
A pesar de mi tristeza y desolación quisiera ser justa con tantas personas que se involucraron a lo largo del camino de esperanza y sufrimiento que recorrimos con la enfermedad, en el peregrinar por el Hospital de un servicio a otro y de una consulta a otra con la ilusión de la salud...
Nunca podré agradecer lo suficiente el respeto, la amabilidad y la cordialidad con que fuimos tratados en todo momento. Incluso he recibido comprensión, apoyo, ayuda y hasta consuelo de un personal que, además de profesionales de la salud, ejercen de personas de bien con sus pacientes y familiares; y que a pesar del ritmo frenético de trabajo aún consiguen un segundo de complicidad para empatizar, consiguiendo que confiemos plenamente en ellos.
A lo largo de estos últimos años he comprobado lo privilegiados que somos perteneciendo a este sistema de salud y cuánto nos envidian en otros países...
Sé que olvidaré algunos nombres, pero me gustaría dar las gracias públicamente al doctor Gómez, extraordinario cirujano y maravillosa persona, también a la señorita Conchi y su equipo de enfermería, con cuyos cuidados y consejos fuimos dando los primeros pasos e iniciamos el camino: controles periódicos y pruebas diversas siguieron en el tiempo, además de duros tratamientos que tanto uno como otro llevaron con absoluta dignidad.
Fueron sus oncólogos el doctor Esteban y el doctor Vieitez, ambos profesionales de máximo nivel, a los que agradezco de todo corazón sus esfuerzos y su trato personal y afable. Por supuesto, no puedo olvidar al admirable equipo de enfermería que administra los tratamientos de quimioterapia, con el que convivimos tanto tiempo y que con su destreza y amabilidad consiguieron que aquellos momentos fueran menos duros. También agradezco a equipos como radiología, con el doctor Amador al frente, radioterapia, al laboratorio del INS, que siempre nos facilitaron controles radiológicos, analíticas, etcétera. Y a todos los que de una u otra forma participaron en sus cuidados y tratamientos.
También quiero dar las gracias a mis propios compañeros de trabajo que me han apoyado y «arropado» durante todo el largo proceso, haciéndolo un poquito más fácil.
Y, por último, al equipo médico y de enfermería de la planta de oncología (séptima) que nos acompañaron hasta el final, permitiendo que la intimidad, el respeto y la dignidad fuesen las últimas sensaciones vividas.
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