Una encuesta sarcástica
Llega a mis manos, por vía postal, un documento informativo con origen en el Instituto Nacional de Estadística sobre la proximidad de un muestreo sociológico dirigido a 16.000 viviendas en España y 130.000 en toda la UE, titulado «Encuesta de condiciones de vida» y que tiene como misión conocer determinados aspectos relacionados con la vivienda, el trabajo, los ingresos, la educación, la salud, etcétera de las familias y de las personas que las forman. Estos datos, dice la carta, permiten a las distintas administraciones públicas, nacionales y comunitarias, planificar y valorar las políticas sociales y económicas. ¡Manda huevos!
Si a algún ciudadano de los que no entren en este club selecto de los encuestados la referida les parece una broma de mal gusto, quiero hacerle saber que como mínimo ya somos dos quienes así pensamos. Ésta no es una encuesta al uso, es una ironía de mal gusto o burla cruel parida en los despachos comunitarios y que encuentra el eco profundo de la Subdirección General de Estadísticas Sociodemográficas, ahí es nada, dirigida por don Antonio Argüeso Jiménez, a quien Dios ayude en el desempeño de sus funciones. De momento, un dios menor ya le consiguió acomodo bien retribuido.
Lo primero que pensé nada más echarle un vistazo a vuelo de pájaro al comunicado fue en los efectos secundarios de semejante encuesta. Repasé de memoria todas las leyes y recortes o leyes de los recortes infligidos hasta hoy por el partido absoluto, sin tener en cuenta la luz intangible de semejante estudio. A continuación, me entró un sudor frío sólo de pensar lo que será de nosotros, todos nosotros, el día en que las administraciones públicas conozcan de primera mano el estado actual de las familias. Nos leerán el bardo thodol, ese libro tibetano de los muertos que se lee al moribundo para indicarle el camino hacia el más allá. Tiene bemoles.
Para entonces, para cuando el vaciado de la trágica encuesta vea la luz, ya tendremos seis millones de parados, de los cuales la mitad pasará hambre y la otra mitad no tendrá dientes para comer. Ahora sí, la superclase política vivirá en su nube de abundancia y tirará tomates a quien ose acercarse a su paraíso. La derecha encastillada en los recortes y la izquierda inventando escaleras para hacerse dueña del castillo. Y así hasta que el ciudadano despierte de este sueño eterno.
Unos enchufan a sus esposas y demás familia en la nómina política; otros, en la izquierda, más a la izquierda, es decir, en IU, hacen herederos vitalicios a sus hijos del cargo político que ostentan sus padres, en este caso su madre. Ahora bien, unos, otros y sus serviles servidores, sacarán a relucir aquello de los valores intelectuales, individuales y democráticos que no han de estar condicionados por la pertenencia parental a la casta. Claro que ¿será casualidad?, resulta que la hija o hijo de fulanita y menganito, todos políticos de renombre, son los más listos de la clase y sobre ellos recae la bendición del puesto parlamentario o la dirección de las juventudes con aspiraciones afines. Mientras tanto, los hijos de los demás, a ganarse la vida por los Madriles. Eso, mientras la primera dama madrileña no cierre las puertas del castillo famoso que al rey moro alivia el miedo. Que todo se andará. Después resulta que todos son republicanos y quieren cargarse al Borbón, matarife de elefantes africanos. Lo bueno es que puedes decirles de todo; no se ponen ni colorados. ¡Qué asco!
Lo que parece de ciencia ficción, por no utilizar palabras hirientes, es que Jesús Iglesias tenga que pedirle permiso a su señora esposa para irse a cumplir funciones políticas de senador ya que su niño es demasiado pequeño para sufrir el alejamiento temporal de su progenitor. Lo mismo podría reclamar para sí el maestro al que le tocó destino en una aldea perdida, pero me temo que a éste no le darían la opción de consultarlo con su esposa. ¡Ay Jesusín!
Advierto: para enredar con esa encuesta sarcástica de los desahucios, el desempleo, los recortes en Sanidad y Educación, salarios de miseria, jornadas laborales para chinos y pérdidas de derechos laborales, con un servidor que no cuenten. Lo que de verdad le hace falta a este país es una encuesta sobre la dignidad de un pueblo maltratado por su casta política, para que sepan todos esos vividores de derechas e izquierdas lo que pensamos de ellos y sus descaros.
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