Quiero ser reina

26 de Mayo del 2012 - Ana Eva Feito Blanco (Ribadesella)

Quiero nacer en el seno de una familia, a priori, «mantenida», bajo derecho hereditario por dinastía histórica, porque así lo recoge el artículo 57 de nuestra Constitución. El art. 14 que alude a la no discriminación por razón de nacimiento o sexo, me lo pasaré por el forro de la Corona.

El resto de los mortales no podrán heredar el curro de sus papás, aunque algunos privilegiados aplicarán su «derecho político de pernada» para enjaretarnos y posteriormente jubilar con sueldazos vitalicios, a cónyuges (véase también queridas/os o amiguitas/os), hijos, cuñados, primos y demás familiares directos o «políticos».

Quiero estudiar en el colegio de élite que desee, siempre y cuando mis notas sean hinchadas, hacer dos o tres carreras en tiempo récord, mejorar mi inglés en EE UU, sin pasar por la criba de una beca acorde a la renta de mi familia. Quiero ser la jefaza de tierra, mar y aire para poder cambiar de modelito cada vez que me toque «pasarela».

El resto de los mortales, por el art. 26, tendrán derecho a la educación pero, como el artículo es excesivamente parco, no reflejará jamás las condiciones mínimas de tal derecho, por lo que los «gobermangantes» de turno jugarán (sin tener la más mínima idea) con la base y el futuro de un país, privatizando y politizando a docentes y estudiantes, recortando recursos humanos y malgastando en recursos materiales (recuérdense los famosos portátiles regalados a los alumnos que nunca utilizarán porque no disponen de suficientes enchufes y conexión wi-fi en las aulas).

Quiero ser una adolescente seudopija para poder viajar cuando y a donde me plazca, echarme novietes en Noruega y USA (por eso de los idiomas...), casarme a lo grande con quien guste para procrear y traer al mundo más mantenidos a cargo del erario del Estado, esos que imitarán fielmente la vida que a mí me encanta llevar.

El resto de los mortales, mediante el art. 31, contribuirán al sostenimiento de mi familia, también al de la familia política y adyacente, que podrá (supuestamente) lucrarse, en nombre de Mi Casa, de subvenciones millonarias para paliar la maltrecha economía familiar de «trapitos», pagos de colegios, viajes, reformas domésticas de céntricos palacetes... todo ello aderezado con sueldos impensables en compañías internacionales desempeñando funciones para las que no tienen cualificación.

El art. 35, que versa sobre el deber de trabajar y el derecho al trabajo, no nos afectará, ni a mí ni a los míos, aun en época de vacas flacas.

Quiero vivir en palacios de ensueño, edificios históricos catalogados, pasar las vacaciones a cargo del contribuyente, con cientos de plebeyos a mi disposición, donde la subida del recibo de la luz, el pago del seguro del hogar o el incremento del IBI no me quiten mi real sueño.

El resto de los mortales seguirán soñando con el art. 47 que da derecho a una vivienda digna y adecuada y, el que la tuviera, será pasto de banqueros sin escrúpulos ni ética o las pasará canutas para malvivir.

Quiero disponer de «mi» dinero sin dar cuentas a nadie, ya sea para pagarme la peluquería, para pasear en viajes oficiales a «compañeros», trasnochar con vedettes decadentes o para cazar especies en peligro de extinción en cualquier punto del planeta.

El resto de mortales podrá ejercer su derecho (art. 105) de acceder a archivos y registros administrativos para saber dónde me gasto los cuartos; otra cosa es que tal derecho se ejecute con transparencia.

Si alguno no estuviera de acuerdo con esas aficiones cinegéticas, o de cualquier otra índole, y viera en ellas supuestos delitos, sepa que son amparadas por el art. 56 donde dice claramente que el Rey es inviolable y no está sujeto a responsabilidad.

Quiero operarme la nariz aguileña, el mentón de bruja o ponerme una prótesis de cadera después de descoyuntarme bailando el mambo, da igual que sea en la Seguridad Social o en cualquier otro centro privado ya que el coste será igualmente cero, sin listas de espera ni «copago».

El resto de mortales se conformará con que se vulnere el derecho fundamental del art. 41 sobre asistencia y prestaciones de la Seguridad Social y del art. 43 de protección de la salud, los mayores, los que tienen pagas irrisorias (con hijos a su cargo), los enfermos no declarados crónicos, los que cobran 400 euros al mes, contribuirán a levantar este maltrecho país.

Quiero vivir eternamente de rentas, tanto monetarias como políticas.

Quiero que todos recuerden que quien me regaló este trabajo era un dictador.

Quiero que nadie olvide el 23-F ni a cuantos abortaron el golpe de Estado y que el mérito de lo acontecido durante aquella noche no se puede atribuir únicamente a una persona, sin más ayuda que un escueto comunicado llamando al orden a las Fuerzas Armadas.

Quiero ser reina y no rey. No porque sea mujer, sino porque el art. 58 recoge que la reina no tiene funciones constitucionales, por lo que podría vivir a cuerpo de rey en cuerpo de reina.

El resto de mortales podrá ejercer su derecho a la pataleta a tan encomiable situación por medio del art. 92 que regula el referéndum y el art. 166 sobre la reforma constitucional.

Para paliar los problemas que pudieran presentarse a jóvenes parados, a los que no tendrán posibilidades de estudiar o a los que perderán su vivienda, pueden aplicarse el art. 48, donde los poderes públicos promoverán la participación libre y eficaz de la juventud en el desarrollo político, social, económico y cultural (abstenerse 15-M y jóvenes catalanes si no se han estudiado previamente el art. 21 sobre derecho de reunión).

A quien haya molestado mi ironía onírica le digo, de manera ambigua y campechana: «Lo siento mucho. Me he equivocao y no volverá a ocurrir».

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