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¿Se necesita en España un partido político católico?

25 de Noviembre del 2008 - Julio García García (Oviedo)

Sobre esta delicada y polémica cuestión, me permito hacer unas consideraciones:

No se trata de que la Iglesia vaya a fundar un partido político, pues su misión es la evangelizadora, el llevar la fe cristiana a todas las personas, no fundar partidos o sindicatos.

Tampoco se trata de un partido que desde el poder político se dedique a realizar la labor evangelizadora que le corresponde a la Iglesia.

A lo que nos referimos es a si es necesaria la fundación de un partido que en comunión con la doctrina de la Iglesia católica y consecuente con ella, comparezca ante la opinión pública con un programa de servicio al bien común de todos los españoles, inspirado básicamente en la doctrina social de la Iglesia.

Lógicamente, los dirigentes de este partido deberán ser católicos consecuentes con su fe, es decir, que saben que se es católico durante las veinticuatro horas de cada día y tanto en la vida familiar, como en la profesional, como desde cualquier cargo privado o público, debiendo dar siempre testimonio de su fe.

Este partido, si tuviera poder para ello, derogaría todas las disposiciones legales que signifiquen un grave atentado para la vida, la dignidad y la libertad de las personas, como el aborto voluntario, la eutanasia activa, el matrimonio de homosexuales, la educación para la ciudadanía, etcétera.

¿Quién promovería este partido? Pienso que en las comunidades religiosas de laicos y otras organizaciones existentes en el seno de la Iglesia, así como católicos comprometidos con su fe, existen personas muy preparadas para abordar esta cuestión, convencidos de que la situación religiosa, moral y política de España lo exige como un deber y de que la fe no solamente hay que transmitirla en el ámbito estrictamente religioso de las iglesias, sino que hay que defenderla de los ataques directos que se hacen contra la misma desde los ámbitos partidistas, legislativos, televisión, radio y demás medios de difusión, pues la realidad nos prueba su eficacia en la descristianización de España.

¿Cómo vería la jerarquía de la Iglesia tal partido? Creemos que lo vería con simpatía como algo necesario, pues son constantes sus llamadas a los laicos católicos para que participen en la vida política y social de modo consecuente con su fe católica. Y cuando se convocan elecciones generales informan a los fieles de que no existen entre los partidos con posibilidades de alcanzar el poder, ninguno cuyo programa se conforme con la doctrina de la Iglesia.

Como conocemos la realidad política de España, pensamos que la fundación de este partido sería extremadamente difícil, dada la práctica existencia de un bipartidismo, favorecido por la legislación vigente y por otras circunstancias a las que no cabe referirse aquí.

Pero muy difícil no significa imposible. Existen en el seno de la iglesia comunidades religiosas de laicos que empezaron con tres o cuatro personas y hoy se extienden por todo el mundo. Con fe se pueden lograr milagros.

¿Cómo acogerían los partidos actualmente con poder la aparición de este partido político?

Creo que los de izquierda y los separatistas con los tópicos usuales: «Vuelve la extrema derecha», «los obispos quieren poder político», «vuelta al nacionalcatolicismo», etcétera, etcétera.

En cuanto al Partido Popular y teniendo en cuenta su trayectoria, debería sentirse satisfecho: Manuel Fraga: «somos de centro»; José María Aznar: «siempre hemos sido de centro»; Mariano Rajoy: «somos de centro»; Ruiz Gallardón: personificación del centro con inclinación a la izquierda.

Parece que para que haya «centro» tiene que haber izquierda y derecha y parece que la derecha significa sentido católico y sentido nacional, cosas que ahora están vacantes.

Por otra parte, se acabarían las luchas ideológicas en el Partido Popular y con que solamente sacara treinta diputados en las elecciones generales, serían suficientes para decidir mayorías y sacar poder de ello.

Alguien dijo «el hombre es el sistema» lo cual no significa que no tenga importancia el sistema, sino que por muy bueno que sea desde el punto de vista teórico, si el hombre falla el sistema político falla. Y cuando el hombre responde, cualquiera que sea el sistema, las cosas marchan bien. Y de eso es de lo que se trataría, de un partido político donde los hombres no fallan porque creen y practican que el servicio al bien de los demás es un deber religioso-moral que da dignidad al hombre y con ello está sirviendo su salvación eterna.

Finalmente, digo que hago estas consideraciones movido únicamente por dos razones: la primera, porque por mi condición de católico me duele hondamente la lamentable situación de España, hasta el punto de que en treinta años se ha convertido en «tierra de misión», según tiene declarado la jerarquía de la Iglesia; y segundo, porque como español que soy y me siento, me entristece ver a mi patria atacada en su unidad; ninguneada por separatismos y localismos sentimentales; menospreciada en sus señas de identidad e indefensa porque los partidos con poder viven más preocupados por intereses partidistas que por España.

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