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Entre bestias y héroes, nuevo libro de Diego Carcedo

9 de Mayo del 2012 - Celso Peyroux (Teverga)

Me gusta mucho el Diego Carcedo historiador y me lo demuestra, una vez más, con su nueva entrega que bajo el título de “Entre bestias y héroes” acaba de ganar el premio “Espasa” de ensayo.

Primero investiga viajando por todas partes del mundo como el gran reportero y corresponsal que fue. Luego busca y lee atentamente por archivos, hemerotecas y sobre todo cuando se acerca a los comunicantes (hombres y mujeres) que a veces narran los hechos con lágrimas en los ojos y la voz quebrada en la garganta.

El nuevo trabajo –presentado en Libroviedo- es uno de esos documentos que se perdería para siempre en la noche de los tiempos y en el olvido, si plumas sensibles –de verdaderos militantes sociales- como la de Diego Carcedo, no buscaran los hilos conductores de la verdad para luego plasmarla en los copos del papel blanco.

Cierto que leo con fruición el Carcedo historiador en la verdadera acepción que tiene la palabra -es decir mi palabra- por su recta interpretación a la hora de escribir la verdad de lo acontecido. Es uno de estos historiadores –periodistas de profunda investigación- que antes de ponerse ante un ordenador, quieren tener a mano todos los elementos con los cuales hacer trabajos dignos como el que palpita en las páginas de este libro.

Historiadores alejados –por dictamen de sus conciencias- de los pardillos, intrusos y malévolos revisionistas que con cuartillas aviesas y sesgadas utilizan la Historia como un arma política sin respetar la neutralidad y las verdaderas fuentes. Individuos morbosos que no se sonrojan cuando tergiversan los acontecimientos intentando vanamente denigrar la ética del historiador legal que quiere que la verdad resplandezca como un rayo de sol cuando besa la nieve. El pseudohistoriador que escribe sin escrúpulos que la matanza de hombres y mujeres en la plaza de toros de Badajoz en agosto de 1936 o los fusilamientos de Paracuellos no tuvieron lugar deja mucho que desear como falso escribidor. Quien tenga tan podrida el alma para negar o escribir con eufemismos que el holocausto de judíos y gitanos son leyendas con páginas desmesuradas, no merece ser uno de los nuestros. Quien deforme y falsee las cifras de los archipiélagos Goulag de Estalin o de los hombres, mujeres y niños abrasados en Hiroshima y Nagasaki víctimas de las bombas atómicas, no merece vivir entre nosotros porque aquella madrugada de agosto de 1945, el hombre dejó de pertenecer a la raza humana.

Por ello, en nombre de la Historia, de las gentes de bien y de las buenas letras gracias Caicedo por llevarnos por la senda de la dignidad perdida a la verdad encontrada; por adentrarnos en la peripecia vital de aquellos españoles que centraron su vocación altruista y humanitaria en la ayuda a quienes padecieron la vejación, el dolor y la muerte en los campos de exterminio nazi; por adentrarme en mi Burdeos querido ciudad en la que viví, estudié, gocé, trabajé y fui feliz durante mi apasionada juventud junto a otros jóvenes emigrantes y al lado de los republicanos españoles que habían huido de una muerte segura. Del Burdeos de “La lechera” y el Garona por donde surcaba “El barco de la esperanza” –oleado por los versos de Neruda- camino de la libertad hacia tierras chilenas. Del Burdeos del vino y los pinceles de Francisco de Goya. Por acercarnos al “Depósito” de Miranda de Ebro donde el ser humano padeció y murió como alimñas cercados por alambres de espino. Por la vida de Lalo, guía y vigía de quienes buscaban la libertad. De hacernos revivir los experimentos con seres humanos en los campos del terror. De las peripecias y aventuras de las hermanas Touza: Lola, Amparo y Julia. De la invasión del Valle de Arán para la “Reconquista de España”, capítulo histórico que a penas conocía. Y así una y otra historia que llenan las páginas de un hermoso legado impresas en este libro que merece el mayor de los reconocimientos.

La aventura de la vida humana la hemos vivido y la vivimos en un mundo de violencia desde que ántropos se puso un día de pie y agredió a uno de sus semejantes. Desde que el hombre es hombre existe la violencia y sólo podremos apartarnos de ella a través del don de la palabra, de la educación, del respeto, de la tolerancia y la meditación.

El ser humano necesita meditar y leer con pausa y con ambrosía libros como éste. No una reflexión que se lleva el primer viento que pasa. Para encontrarse así mismo es necesario meditar que es ir más lejos de la sencilla y banal cavilación o de una lectura rápida por pasar las horas y las hojas.

Y en este tiempo no meditamos a causa de la alienación furibunda que padecemos. Llegó la hora, para salvar la condición humana, de preguntarnos por los bienes y los frutos del alma. Valores que están ahí a flor de piel pero los árboles de nuestra sociedad consumista, de prisas y del esfuerzo más pequeño, nos impiden ver el bosque de la verdad. Nadie nos enseña a meditar para ir tras la búsqueda de la esencia del hombre. Leer y meditar es caminar por la senda de la paz y del equilibrio.

Sigo creyendo en la condición humana -muy a pesar de los errores capitales que la envuelven- y que un mundo mejor aun es posible si se unen las manos de las cuatro razas con las miradas puestas en el azul del horizonte en busca de la verdad, la convivencia y el perdón. La verdad de la Historia del hombre. La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad que encontramos “Entre bestias y héroes” que nos queda para tener en cuenta y no olvidarla, “…Aunque para perdonar tanto dolor y tanto mal quizá todavía sea demasiado pronto…”.

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