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Carta a dos coterráneos, Cardenal y Tomás

26 de Mayo del 2012 - Heradio González Cano (Oviedo)

Dos buenas personas amigas, Coppen y «Rivi», me han insinuado a que escriba algo sobre el comandante de la Revolución Sandinista nicaragüense Borge Martínez, Tomás, que el pasado 1 de mayo del año en curso de un derrame cerebral acaba de fallecer, poniendo no solo a Managua de luto, sino también a Matagalpa, donde se iniciara la guerrilla encabezada por Carlos Fonseca, que como a éste, lo vio nacer; también algo del sacerdote trapense Ernesto Cardenal, de apelativo Martínez, a quien le acaban de dar el XXI Premio «Reina Sofía» de poesía iberoamericana, en Madrid... Tanto del uno como de este otro hay mucho que escribir, tanto en contra como en pro, pues, al fin y al cabo, son seres humanos, con virtudes y defectos, por ende no exentos de cometer errores, como de realizar nobles acciones que enaltecen a cualquier persona, no importando el lugar; más si ésta ha sufrido en una sangrienta revolución; a los descendientes de la Guerra Civil española, sobre esto, qué les podemos decir... Sirve de ejemplo y que se repita otra, ojalá no lo quiera Dios, este Dios comunista y cristiano del que nos habla y en el que cree Cardenal.

Desde las mazmorras somocistas (enero 1977) descritas por el prisionero Tomás, con solo lo que nos narra de las torturas sufridas por su soberano ideal, es muy difícil posteriormente cuando llega a ser ministro del Interior, lo más temible de la liberada nación, no poderlo entender... Igualmente al vate premiado, que justa o injustamente reprendiera el Papa, cuya imagen del momento se volviera sorpresivamente mundial. En una de sus obras, «La revolución perdida», escrita cuando ya su autor no era el improvisado ministro del Cultura ni con cargo de responsabilidad en el ayer triunfante Frente Sandinista de Liberación, que apadrinara el presidente yanqui Carter, sus opacas, «históricas» relaciones, en honor a la verdad, dejan mucho que desear... Dejémoslo así por hoy. Y así, no obstante, qué duda cabe, el de Solentiname, isla del Gran Lago Cocibolca, en lo cultural ejemplar, es uno de los más grandes poetas de la tierra de Darío, quien, si existiera, como a Tomás, también poeta, los llegaría a aplaudir.

Desde muy niños, en el pobre Mercado Central, que destruyeran las bombas de los aviones somocistas, fuimos amigos y su querida madre, Anita, junto con la mía, Atanasia, íntimas amigas también. De eso hay mucho que contar. Y al fin, nuestra amistad nacida así, nunca dejó de ser tampoco en la vejez, a pesar de que políticamente opuesta era nuestra relación... Por eso 20 años después de la Revolución, viviendo en el exilio yo, hace 13 en su residencia de Managua nos volvimos a encontrar, como me encontrara con mi profesor, buena persona, en el Colegio San Juan Bosco de Granada, donde todavía no había tomado los hábitos, el cardenal Miguel Obando y Bravo, por cuyas gestiones los guerrilleros y los guardias (GN) firmaron la paz... Por ello, tras sendas visitas (conservo retratos), estos humildes versos míos les obsequié:

Rápido encuentro (en dos días solamente)…: «En dos días, dos abrazos, / uno al Cardenal / de Nicaragua, / hombre de paz, / corazón todo, / discípulo aplicado / de Dos Bosco; / y el otro, / a un Comandante / guerrillero... / Miguel y Tomás / se llaman ellos, / que en mi pecho / de viajero, / tras de un largo/ destierro, / inesperadamente, / en amor confraternal / se confundieron. / Con gran cariño / me recibió/ el primero, / como si fuera /aún alumno / en el Colegio / tras una Misa / Pontifical / oficiada / solemnemente / con humildad / y esmero... / Todo un humilde / campesino / por Jesucristo, / misionero. / y el Militar: / Tras vernos, / con su mirar / profundo y faz / ajada, como / de dormir mal... / Nos abrazamos. / Obsequiándome / después sus versos: / «La ceremonia esperada». / Allí retratábase él: / «Solo como / un candelabro...» / y otro, de cuando / estuvo prisionero: / «Nicaragua / desde mi celda / te amo/ volcán / tinaja quebrada...» / Su figura / en un despacho / reducido, / sin nada de lujos, / donde se alzaba/ una pequeña / bandera rojo-negra / del FSLN. / Caminaba / dando cortos pasos, / como recitando / sus escritas / estrofas... / «las locuras» / del Poder militar / midiendo... / ¡Pobre Tomás! / De ayeres, infantiles / juegos en el río / que abraza / a Matagalpa, / o Parque Morazán, / Cerro El Calvario / y nuestro Mercado / viejo destruido / para siempre / en bombardeos./ A mi derecha, un Santo, / pero a mi izquierda / el «Diablo» de escopeta / y versos... / Dime, Dios mío, / por favor, ¿qué hacer, / si de pasajes bíblicos / son ellos?... / Calma. Nada. / Si son nicaragüenses,/ con virtudes y defectos, / perdonar, y abrazaros».

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