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Sobre la Religión en la enseñanza

14 de Mayo del 2012 - Julio García García (Oviedo)

En mi opinión, la Religión debería ser obligatoria en todos los grados de la enseñanza excepto en los estudios universitarios, donde sería optativa.

Esta opinión no se fundamenta en mi condición de católico y, como tal, convencido de que el mayor bien que puede tener una persona en este mundo es profesar la fe que la Iglesia nos propone.

Lo digo desde un punto de vista racional.

En la enseñanza son obligatorias asignaturas como las Matemáticas, la Historia, la Gramática, etcétera, que nos son útiles para desenvolvernos en la vida.

Pero hay una que, además de ser útil para la vida, nos da una respuesta razonable y razonada, a las grandes cuestiones que todo hombre se plantea: ¿qué somos?, ¿de dónde venimos?, ¿cuál es nuestro último fin?, ¿existe un ser supremo creador?, ¿hay otra vida después de la muerte?, etcétera.

La respuesta que la Iglesia católica da a todos estos interrogantes puede ser aceptada o rechazada, pero, dada su gran trascendencia, debe ser conocida con rigor, no desde la anécdota.

Desde la ignorancia no existe libertad ni para creer ni para la incredulidad.

En este sentido, me parece oportuna y aleccionadora la contestación que el intelectual y dirigente socialista francés Jean Jaùres le dio a su hijo que le pedía permiso para no cursar la Religión en el Bachillerato:

«Ese permiso que me pides no te lo voy ni te lo daré nunca... cuando tengas edad suficiente para juzgar serás completamente libre, pero tengo decidido empeño en que tu educación e instrucción sea completa y no lo será sin el estudio serio de la Religión... en cuanto a la tan cacareada libertad de conciencia y otras cosas análogas, no son más que vana palabrería que rechazan de consuno los hechos y el sentido común... Además, no se precisa ser un genio para comprender que solamente son verdaderamente libres para no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia obliga a la irreligión. La cosa es clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario.

Esta carta te sorprenderá; es necesario, hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a sus hijos. Ningún compromiso podría excusarme si permitiera que tu instrucción fuera incompleta y tu educación insuficiente».

Esta enseñanza de la Religión se daría de dos formas:

1.ª Obligatoria. La forma de impartirla no sería confesional, proselitista, sino expositiva, con todo rigor, de la doctrina de la Iglesia católica, tal como está definida, básicamente, en el catecismo universal de la Iglesia, sin que el profesor manifiesta sus interpretaciones u opiniones personales.

De este conocimiento riguroso de las respuestas que la Iglesia da a las grandes interrogantes del hombre el alumno adoptará la postura que le parezca, pero lo hará desde el conocimiento y no desde la ignorancia, la tergiversación o el prejuicio.

2.ª Voluntaria. Esta forma se impartirá de modo confesional, para los alumnos que profesando la fe católica quieran profundizar y confirmarse en la misma.

El profesorado de estas dos formas deberá estar en posesión de la licenciatura en Teología Católica, expedido en las facultades de la Iglesia, además de las demás condiciones de idoneidad.

El rigor en la exigencia de las condiciones de idoneidad será más riguroso en la forma voluntaria, pues la ejemplaridad es fundamental.

Corresponde a la Iglesia católica la propuesta de este profesorado, así como la inspección para comprobar la rigurosidad en la impartición de su doctrina.

Este profesorado gozará de las mismas condiciones académicas que el resto del profesorado.

Sé perfectamente que esta opinión sobre la enseñanza de la Religión en la sociedad actual, donde predomina un laicismo radical y un relativismo moral y cultural, sonará a utopía, pues hasta la enseñanza voluntaria de la Religión encuentra dificultades.

España tiene actualmente una grave situación económica y social, con una tasa de paro sin precedentes, que requiere urgente mejora, pero estoy convencido de que es más grave y más profundo el problema religioso-moral y de este mal se deriva la mayoría de los males políticos, económicos y sociales.

Julio García García

Oviedo

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