Mete miedo

18 de Mayo del 2012 - Avelino Suárez González (Oviedo)

El PP ha llegado al Gobierno. Antes de las elecciones presentaron un programa electoral, el programa del engaño, totalmente distinto a su verdadero programa oculto. El programa oculto es el que están aplicando de manera inmisericorde una vez alcanzado el poder. Este programa se escuda en la crisis para destruir el estado social y democrático que nos hemos venido construyendo desde 1982. La estrategia es clara: meter miedo, cuanto más miedo mejor, amedrentar a la sociedad, crear la impresión de que todos los pasos atrás que se están dando (recorte de libertades y de derechos) se dan por el bien de los españoles y además son necesarios porque los malvados socialistas han dejado el país hecho unos zorros. Pues bien, esto es mentira. Una gran mentira. El programa oculto del PP es destruir el estado social y democrático, crear un estado ultraliberal en lo económico y conservador en lo social, donde imponer sus valores capitalistas, religiosos y culturales. Quieren un país donde el Estado laico y social esté reducido a su mínima expresión, y eso implica destruir todo lo público y ponerlo en manos privadas (sanidad, educación, Universidad, servicios sociales, infraestructuras, transporte, seguridad, medio ambiente, energía, agua...). Implica llamar privilegios a los derechos civiles y laborales, y sustituir estos derechos por beneficencia. No quieren una Seguridad Social única y universal, quieren una Cáritas gigante, y un mar de ONG voluntaristas.

Su estrategia implica criminalizar y buscar chivos expiatorios, dividir al pueblo para vencer. Atacar primero a los más débiles, a los que no pueden defenderse. Si hubiese un premio Nobel a la canallesca, este Gobierno tendría asegurado el premio.

Si quieres ejemplos, mira a tu alrededor y, sobre todo, a tu bolsillo, verás que cada día eres más pobre, y los pobres no luchan, no se defienden, sólo sobreviven y como mucho patalean.

Fíjate en el trato que se da a los inmigrantes (a los que se quita la tarjeta sanitaria, pero con los que no hay ningún miramiento en aceptarlos en el ejército y enviarlos a morir por la «patria» a Afganistán, Líbano, Bosnia, o cualquier otro lugar donde el imperio lo requiera).

Fíjate en el trato que se da a los trabajadores, con una reforma laboral que viola la Constitución con el desparpajo de un charlatán de feria.

Fíjate en la demonización un día sí y otro también de los funcionarios y de los parados.

Fíjate en el trato a los enfermos, en el cierre de centros de salud, en la privatización de hospitales, en la privatización de servicios sanitarios, en el impago a las clínicas abortistas, en la pretensión de pagar por la sangre, y demás ocurrencias para sacarnos los cuartos.

Fíjate en los estudiantes que se quedan sin beca, en las matrículas universitarias que sólo podrán pagar los hijos de papá, pero no los hijos de los obreros.

Fíjate en el trato que se quiere dar a quienes no han creído la mentira masiva, y todavía se atreven a salir a la calle a protestar. ¿No sabes a qué me refiero? Pues me refiero al proyecto de modificar el Código Penal para que la resistencia pasiva (sentarse en el suelo de una plaza cogido del brazo de los compañeros de protesta) sea considerado delito de atentado a la autoridad. Para que tu mente tenga una visión clara de lo que digo: si la reforma del Código Penal sale adelante y viviese en España Mohandas Karamchad, más conocido como Mahatma Gandhi (para quien no lo sepa, Mahatma significa «alma grande», pero para el PP y su sindicato del crimen mediático, seguro que es un extranjero irregular, un perro-flauta que se viste con un tapa-rabos, y que no importa que liberase a la India del yugo inglés sin un solo tiro, fuese padre de la no violencia y la resistencia pacífica), pues bien, si Gandhi se sentase hoy en una plaza española a protestar contra tanto atropello al pueblo llano, un policía equipado para ir a la guerra con su código de identificación profesional bien tapado para actuar con la impunidad que da el anonimato, la superioridad de las armas y el beneplácito del poder económico-financiero le daría varias veces con la porra, luego le llevaría detenido con las manos atadas a la espalda, un fiscal obediente mirándolo con desprecio pediría su ingreso preventivo en prisión y un juez aséptico diría que a la cárcel. Por mucho que proteste su abogado de oficio. Si te estás preguntando: ¿pero un juez y un fiscal aplicarían una ley tan absurda e injusta? Pues sí, hija, sí. Ya sabes, la obediencia debida, el principio de legalidad, la misma obediencia debida y la misma legalidad con la que los jueces y fiscales de la Alemania nazi mandaban esterilizar subnormales y exterminar gitanos, comunistas y judíos. La verdad es que si lo piensas, ¡mete miedo!, pero no es tiempo de tener miedo sino de reaccionar, y pararles los pies ahora, cueste lo que cueste. Porque si no será peor y luego demasiado tarde...

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