Agradecimiento a la Residencia de Ancianos de Grado
Tras más de diez años (muy bien atendida a lo largo de esa década ) como interna en la Residencia de Ancianos de Grado, tristemente me veo en la obligación moral de contar el caso que padeció mi abuela durante sus últimos meses de vida como interna en ese centro, motivo por el cual tuvo que solicitarse el traslado a otra residencia, el cual nunca llegó.
Quiero comenzar por agradecer el trato dispensado a mi abuela por el personal que presta servicios en ese centro. Agradeceros la conversación inexistente cuando entrabais en su habitación, pues aun tratándose de una persona con Alzheimer, escuchaba, y entiendo era merecedora de un buenos días al llegar y un hasta luego antes de irse. Agradecer las cuatro horas semanales que la levantabais y la vestíais, poniéndole la ropa de diario por encima de su camisón, que nadie se tomaba la molestia de quitarle. Agradecer los cuidados habidos en días como en el que hija la encontró en la cama desnuda con la ventana abierta y la respuesta fue que todos los camisones se estaban lavando. Agradecer las medidas higiénicas adoptadas, como el día en que me la encontré empapada en sudor y con un cerco amarillo en la cama, que resultó ser de orina; eso sí, las auxiliares que estaban en aquel turno también encontraron justificación: acababa de mear, lo que me creería de no ser porque la mancha estaba totalmente seca. Agradecer los meses que la tuvisteis atada a la cama veinticuatro horas diarias para que no se rascara las heridas que tenía en la espalda y en las axilas. Gracias, en definitiva, porque llegó el día en que tuvo que ser ingresada en la habitación 626 del HUCA donde, debido a los tantos cuidados dispensados en esa residencia, se constataron en una primera exploración desde hace varias semanas, lesiones múltiples, planas, eritometoeccematosas, descamativas en la espalda y en las axilas, probable candidiasis y meningitis. Pero doy gracias porque tanta desidia y desatención motivó que mi abuela ingresara en el Hospital donde fue tratada hasta el último día como se merece ser tratado cualquier ser humano, volviendo a escuchar como alguien, ajeno a su familia, le dirigía el saludo, volviendo a saber lo que era estar sentada en un sofá cuatro horas diarias, dormir sin estar atada, con total movilidad, volver a sentir la piel hidratada, el sabor de un zumo de un naranja, etc. Y lo más importante, volvió a sentir que no era una carga, ni una molestia, y sé que así fue porque así lo decía la expresión de su cara que irradiaba paz y tranquilidad, algo que había desaparecido de su rostro en los meses anteriores.
Tengo constancia, porque así me lo habéis trasladado, de vuestro malestar debido a que tales hechos hayan trascendido entre los vecinos de la localidad; sin embargo, he de deciros que fue inmensamente mayor el malestar padecido por mi abuela en sus últimos meses de vida a vuestro cargo. De modo que podéis ahorraros ese malestar y emplearlo en dispensar los cuidados adecuados a las personas que aún continúan a vuestro cargo, ya que con mi abuela no lo pudisteis hacer
Y deciros que la buena conciencia es la mejor almohada para dormir, de modo que la que pueda que descanse, que Gelina, mi abuela, ya está descansando en su Moreda del alma.
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