El vacío que deja Ángel Martínez
El 11 de mayo nos dejó don Ángel, marido, padre, abuelo y también fundador y presidente de una cadena hotelera asturiana. También era el jefe. Nadie como él amó con tanta pasión su vocación y profesión. A otros corresponde reseñar su trayectoria profesional, sobresaliente y dilatada.
El vacío que sentimos ahora, profundo y desgarrador, se mitigará y llegará el momento del recuerdo sereno que haga aflorar una sonrisa.
Lo recordaremos desgranando anécdotas y vivencias en las que no había cabida para la queja ni la amargura.
Agasajando, siempre espléndido y generoso; uniendo y conciliando, siempre preocupado por todo y por todos.
Lo veremos con sus nietos, su otra pasión. Siempre paciente y sereno, preocupado en transmitirles que el mayor valor es poder contar los unos con los otros, aunque seamos diferentes y, quizá, incompatibles.
Aunque pareciera distante y contenido, albergaba una inmensa ternura que no se manifestaba en palabras, pero que afloraba en gestos y detalles.
Siempre estaba ahí, como un inmenso paraguas protector.
Para poner serenidad al conflicto, obviando lo superfluo.
Para corresponder con comprensión a la amargura de la ingratitud.
Afrontando con coraje la enfermedad, disciplinado, resignado y siempre, siempre, aferrado a la esperanza y a la vida.
Tu poso está ahí y germinará fuerte y aferrado a tus valores. El tiempo matiza el significado de hechos y palabras y llegará el momento en que aquellos que tanto quisiste entiendan la enseñanza de tus gestos, tus palabras y tus silencios.
Cuando asome la punzada dolorosa de tu ausencia, tendremos el consuelo de tu mirada verde y serena, y el ejemplo de tu coraje para afrontar el recorrido que la vida nos depara. Gracias por tu ejemplo y gracias por habernos querido. Gracias por haber sido como un padre.
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