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Tamayo o el consenso de lo divino

4 de Junio del 2012 - Cosme Ruiz Pérez (Gijón)

Es evidente que en una democracia, cada cual puede opinar, criticar, manifestar, atacar intelectualmente y... hasta «exabruptar» de acuerdo con los principios por los que se rige. Esto es lo que se aprecia en un escrito realizado a este periódico el pasado 12 de mayo por el director de Cátedra, Teología y Ciencias de las Religiones, señor Tamayo. Este «látigo inmisericorde» de obispos e Iglesia católica (entre otras lindezas), como así se le conoce, manifiesta que «... impedir a los teólogos la libertad de expresión y a los cristianos de base la libertad de reunión es la mejor muestra de... incapacidad de los obispos para el diálogo... de su mediocridad intelectual». Y continúa: «¿Por qué?... Carecen de preparación teológica, exegética, ética, histórica... se han ubicado en el fundamentalismo... viven encerrados en su verdad, anclados en su dogma. No buscan el consenso, y consiguen rechazo de la abrumadora mayoría... que prefiere el pensamiento crítico, libre... de quienes no estamos atados a poder alguno». ¡Cómo...!, ¿con qué poder mediático, nefasto para este país, colaboran usted y los suyos?

Por supuesto que los obispos no suelen perder tiempo en defenderse a sí mismos de estas opiniones, tienen cosas más importantes que hacer, como: la grave responsabilidad moral, derivada de su sucesión apostólica, de transmitir fielmente, conducir, defender y jugársela «cual pastor que no huye o se desentiende de sus ovejas, ¿para evitar críticas?, ante el lobo disfrazado de oveja». ¡Y para que éstas sepan dar razón de su fe distinguiendo la voz del pastor de otras ajenas! Por ejemplo:

El señor Tamayo, en sus teorías, se distingue por lo que muchos críticos con él llamarían «Tamayo o el consenso de lo divino». Sería como el ZP de las alianzas ético-políticas y religioso-teológicas: con su «otra teología posible», batiburrillo de unión entre religiones, tradiciones y culturas. Con su Jesús mucho más antropológico y humanizado, y que como «Hijo de Dios» es una alegoría o metáfora. Con su «unión de religiones» en este momento de crisis. Con su ¿por qué no democracia en la Iglesia? Con su «creo en la resurrección de Jesús, pero de otro modo», no dogmático y como «símbolo» rehabilitador de víctimas, de la libertad, justicia, fraternidad, etcétera, y no tanto redención, sacrificio, hombre, con lo que acusa de lenguaje «dogmático» a la Iglesia...

Creo que tanto el señor Tamayo como otros teólogos, discípulos y seguidores son sabedores del peso específico y el carácter original que tiene el cristianismo como acontecimiento religado ("religare", de ahí viene religión) a Dios... como para hacer mezcla, sincretismo o relativismo, que hoy se lleva, con otras religiones que también tienen su peculiaridad. Acontecimiento histórico con su propio misterio, «vino» que se quiere «rebajar y aguar» en aras de un «buenísimo en el que todos quepamos». Una cosa es el diálogo entre religiones (desde Juan Pablo II se ha adelantado muchísimo) y otra, sincretismo o «fundición de religiones». «Qué bonito mi Dios de bolsillo... plegadito y a medida cortado» (cantábamos). Así, religiones, ideologías, ¡seguro!, nos entenderíamos.

Para finalizar: usted llama mediocres, carentes y limitados intelectuales, no preparados, fundamentalistas, etcétera, a los obispos (alguno habrá, al menos, de listo como usted, ¿no?). Usted habla del rechazo de la abrumadora mayoría de los cristianos, pero... ¿qué dice usted?, ¿quiénes son? Usted hunde sus cimientos sólo en teologías de liberación sociopolítica de los Gutiérrez, Boff, etcétera. En fin, usted siempre al «filo de la hoja», donde justificar que se malinterpreta su consenso con todo, también con Dios.

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