Cuando fallan las formas y las reformas
Por lo general, las buenas formas, las correctas, no suelen ser el fuerte de los gobiernos, y el actual está demostrando no ser una excepción ante ellas.
No le pediré, señor presidente del Gobierno, que no nos mienta porque eso, por principio, no se espera de todo buen político; pero sí en cambio le rogaría que no siga subestimando la inteligencia popular. Hay formas y modos de decir que todos somos un poco responsables de la crisis que nos está arrollando y que nos apretemos el cinturón, mas resulta que los que ya estamos en ello desde hace un tiempo hemos quedado tan escuálidos que corremos el riesgo de no poder respirar de tanto como hemos ajustado la pretina.
¡Oh, sinuoso y contradictorio presidente Rajoy! Usted que fue elegido por aclamación popular para guiarnos por el yermo camino de la crisis, ayúdenos a captar y a entender sus decisiones políticas y económicas; o, mejor dicho, sus continuas paradojas. Lleva usted negándose a sí mismo una veintena de veces en sólo cuatro meses.
Porque, veamos: decía usted que revalorizaría las pensiones, y sí lo ha hecho en un escueto 1 por ciento, pero tiene que saber, don Mariano, que una gran parte de jubilados han perdido demasiado poder adquisitivo con la subida del IRPF, con el copago en la sanidad, el adelgazamiento de la Administración, el fin de ciertas subvenciones, etcétera. Usted que prometió decir la verdad en todo momento; usted que prometió gobernar como Dios manda, que aseguró en la campaña electoral que no subiría los impuestos, porque eso crearía más pobreza y paro... Pues bien, señor presidente, poco más de 120 días han hecho falta desde que tomara posesión de su cargo para constatar la poca autenticidad de sus promesas y de sus no verdades.
No nos engañemos, señor Rajoy. Hay muchos casos y cosas que se deberían comprobar y sacar a la luz pública antes de hacer ajustes y subidas como ha hecho en sanidad y en educación, a no ser que usted y su Gobierno pretendan aumentar el índice de mortalidad entre los pensionistas y una considerable disminución de los que puedan acceder al pago de una matrícula universitaria. Por favor, investiguen previamente qué ocurre con los muchos casos de corrupción destapados y otros aún por revelar, que los implicados devuelvan, por supuesto, la totalidad del dinero sustraído y, asimismo, dictaminen disminuir cumplidamente los sueldos de todos los políticos sin excepción, así como retirar las pagas vitalicias a tantos altos cargos como han dejado la política activa.
En definitiva, que quienes tengan que apretarse más el cinturón sean los «gordos», que sigue habiendo muchos en nuestro país.
¡Oh, taimado y escondido presidente! Usted que prometió hablar con sinceridad a la gente no está dando la cara, se esconde cuando puede tras sus ministros, no admite preguntas en sus contadas ruedas de prensa y no comparece como debería ante los periodistas (salvo cuando está fuera de España) para explicar los duros recortes que los ciudadanos tendremos que seguir sobrellevando.
Por último, don Mariano, no parece justo que la fiesta de algunos (por cierto, ¿cuándo dejaremos de pensar en el mal «rato» de Bankia?) se pague con el dinero de los más débiles económicamente. Pues ante una situación tan dura como la actual, hay que poner todo, todos.
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