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Es espíritu de Covadonga

26 de Mayo del 2012 - José Mª Figaredo Álvarez-Sala (Madrid)

Según se dice, a estas alturas del año, hace ahora 1290 años se encontraron en Covadonga los restos del reino visigodo de Toledo y los ejércitos moros. Aquel reino visigodo abarcaba toda la Península Ibérica, Por aquellos años, el reino, se encontraba dividido por luchas internas. Los dirigentes de los territorios que lo componían acumulaban cada vez más poder, limitando el del trono de Toledo. Estos magnates trataban de situar en el poder a reyes débiles fácilmente influenciables y así actuar a sus anchas. Hay que tener en cuenta que en esta época el monarca era elegido de entre los notables del reino.

En 711 a raíz de las luchas internas del reino, y con la escusa de apoyar a uno de estos bandos de la nobleza, entraron los ejércitos caldeos, como se refieren las crónicas de la época a los islamistas. Encontraron a una población dividida, una estructura política débil y unas defensas completamente inútiles. En 11 años conquistaron toda la península manteniéndose un último reducto de cristianos en el norte de España. Este pequeño reducto pagaba por su independencia un tributo anual, hasta que en el año 721 (se supone) decidió no pagarlo. El poder de Córdoba preparó una expedición para castigar a aquellos asnos salvajes, como dice la crónica musulmana.

El resultado fue que aquellos asnos salvajes no solo se resistieron al pago, sino que derrotaron a aquella expedición de castigo, ya fuera por intervención divina, méritos propios o cualquier otra causa. Los restos de aquel reino dividido se unieron de nuevo, aunaron esfuerzos y rechazaron la embestida de un enemigo muy superior. Además cobraron impulso y se lanzaron a recuperar aquel territorio que, con razón o sin ella, consideraban suyo.

Hoy, 1290 años después, el enemigo no viene de la meca ni de África, viene de nuestro propio territorio en forma de crisis económica. El enemigo, de nuevo ha encontrado un territorio dividido, una población que no actúa al unísono. La población sobre la que se ceba la crisis aparece de nuevo dominada por unos magnates que solo buscan el beneficio propio. Por unas élites de gobernantes que tratan de arrancar poderes al gobierno, ya no de Toledo, sino de Madrid, para apropiarse de ellos y obtener un beneficio propio con la escusa de ayudar y apoyar a los ciudadanos. Es cierto, pues, aquello de que la historia se repite y es cierto también que debemos aprender de los errores de la historia. Deberíamos observar cómo la única vía para superar los problemas y las dificultades comunes a todos los habitantes de la Península Ibérica es actuar juntos, al unísono y en una misma dirección. Debemos sacrificar en algunas ocasiones los objetivos propios, para poder superar primero las dificultades comunes. Hemos de tener en cuenta que los problemas de una región tarde o temprano repercutirán en las demás. Ninguna Comunidad Autónoma es hermética a los problemas del resto, por mucho que lo desee. La clase política debería analizar la crítica situación por la que pasamos, dejar a un lado los intereses de su partido, región o ideología política y unirse para superarlos los problemas comunes. Una vez superados éstos, ya habrá tiempo de discutir y pelear los unos con los otros.

Hoy más que nunca deberíamos tomar ejemplo de la batalla de Covadonga. Debemos darnos cuenta de que en la unión está la fuerza y que ni el Partido Popular ni el Partido Socialista, ni Álvarez-Cascos ni Rosa Díez, ni siquiera Artur Mas o Patxi López serán capaces de superar la crisis actual hasta que no logren actuar en una misma dirección. De las acciones de todos ellos y de su capacidad de renunciar a sus intereses personales en beneficio de los de todos los españoles dependerá el futuro de España. Igual que en 722, en Covadonga, la solución no llegará de Alemania ni de Bruselas, la solución hemos de hallarla nosotros mismos, y nosotros mismos tendremos que luchar por ella.

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