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Odisea de un minusválido

30 de Mayo del 2012 - Federico Gómez Núñez (Olloniego)

Soy un hombre de 77 años minusválido de profesión, que por mala suerte o por desgracia estoy «amputado» de las dos piernas, mi única manera de movimientos es una silla de ruedas y para subirme a un coche me veo y me deseo.

Recientemente sin más, me llevó mi hija al Hospital Universitario Central de Asturias para hacer una visita a una cuñada mía que se encontraba allí ingresada. Encontramos plaza de minusválidos para el coche, pero en el hospital la única manera de entrar con silla de ruedas es por la parte de atrás, en una rampa articulada que funciona mediante un mando. No había nadie que nos informara de qué pasaba; después de un rato sin saber qué hacer salió una chica, creo que trabajadora del hospital, muy amable que nos ayudó y otro chico nos mandó preguntar en información. Preguntó mi hija y sin darle ninguna solución le dijeron que estaba averiada.

Sin saber qué hacer otra vez aquella chica, a la que desde aquí nuevamente le mandamos las gracias, nos informó que por las rampas desde donde entran las urgencias bajaban los ascensores al sótano y quizás nos dejaran subir.

Bueno, hicimos caso a la chica y bajamos por la rampa de la izquierda, la cual estaba ocupada por una ambulancia; fuimos a la de la derecha –aquél es el almacén donde están los cuartos con el material de ropa para subir a las plantas–, le preguntamos a una trabajadora de aquella planta si podíamos usar el ascensor después de decirle lo que nos pasaba, muy amable nos dijo que sí y ella misma nos llamó al ascensor. Eso sí, esperamos 25 minutos a que bajara.

Por fin llegamos a la planta y muy contentos por ver la mejora de mi cuñada casi nos pasó el enfado. Después de estar un buen rato con ella nos disponemos a marchar y de un ascensor para otro, no había manera de bajar, y cuando ya llegamos al sótano pasaron 35 minutos, es decir, entre subir y bajar pasamos más tiempo que en la visita, y en información no había nadie. Una vergüenza.

A los señores responsables de estas anomalías, por favor, un poco de responsabilidad y miramiento.

Aprovecho la ocasión para felicitar a los señores policías que están en el departamento donde se despachan los carnés de identidad; pasó que el día que me tocó renovar el carné la rampa estaba averiada, pero no pasó nada, me cogieron entre dos policías y mi hijo mayor y me subieron y bajaron como en un ascensor.

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