La convivencia entre Beltaine e Intercéltico

Tuve la oportunidad de conocer a Juan Casas allá por el otoño del 2006, cuando coincidimos en uno de los conciertos de «Llanes al Cubo» o, lo que es lo mismo, la Folixa del Tardíu de la hermosa villa del oriente astur; la presencia de un amigo común que nos presentó me dio ocasión a felicitarlo por la excelente progresión del Festival Intercéltico de Avilés que con tan buen criterio venía organizando junto con su grupo «Esbardu»; también hablamos de la actuación que justo terminábamos de ver y que nos había impresionado a todos, era «La Bottine Souriante», la gran banda de Québec y me dio la impresión de que Casas se había marcado desde ese mismo instante el objetivo de hacer que el público avilesino pudiese disfrutar, al igual que lo habíamos hecho nosotros aquella noche, de la que, según la critica especializada, era sin duda «La mejor banda de música folk sobre la faz de la Tierra» («El País», 1996).

El que esto escribe llevaba ya varios años tras la estela de estos virtuosos canadienses a los que conocí gracias a Radio 3. Y siempre acompañado de mi inseparable Elena, recorrí los mejores festivales del circuito europeo, desde Galicia hasta Inglaterra, conociendo otras culturas, otras gentes y viviendo multitud de anécdotas, llegamos a conocer personalmente a los miembros de la banda y, en resumen, aprovechando los conciertos, nos pasábamos unos días fuera que eran muy enriquecedores. Debo decir sin que se me olvide que el Intercélticu de Avilés ya gozaba de cierto prestigio fuera de nuestras fronteras, prestigio que iba en aumento año tras año hasta que pasó lo que todo el mundo sabe.

La SGAE acorraló judicialmente a «Esbardu» con unas exigencias desproporcionadas y el responsable municipal de Cultura, en un gesto sin precedentes, decidió montar por su cuenta, pero con dinero público, otro festival paralelo, el Beltaine, acelerando la desintegración de todo lo que Casas había logrado y no perdiendo una sola oportunidad para atacar a un «Esbardu» herido de muerte; incomprensiblemente y una vez más, la aparición de un político en la escena cultural avilesina tiene consecuencias nefastas. Pero no nos debemos extrañar: los políticos en general, y los asturianos en especial, tienen esta característica que cultivan llegando a niveles de excelencia altísimos.

Estos últimos años Beltaine e Intercélticu conviven creando un lío entre turistas y visitantes que ni el mismísimo Dante podría haber imaginado, haciendo de Avilés un lugar singular dentro del circuito celta; pero el tiempo pasa, la SGAE tiene bastante que hacer con lavar su imagen viendo dónde pueden acabar algunos de sus antiguos dirigentes, el Beltaine agoniza acuciado por una crisis donde los ricos son cada vez más ricos y donde nuestro pequeño «Esbardu», herido, logra sobrevivir convirtiéndose en un gran oso.

El año 2012 marcará un antes y un después en la historia del Intercélticu avilesino: el Centro Cultural Internacional Avilés (en su momento fue Niemeyer, pero los políticos y sus amigos, viendo que no se podían apropiar del edificio, se apropiaron del nombre) acogerá un renovado festival que hará de nuestra villa una cita ineludible dentro de los más prestigiosos eventos de estas características, no ya en Europa, sino a escala mundial. Debo confesar que no recuerdo un elenco de artistas de semejante categoría en un mismo festival, y les puedo asegurar que fui a muchos... «Dan Ar Braz», uno de los mejores exponentes del mundo de la música bretona; Fred Morrison, el atrevido gaitero escocés; la agrupación gallega «Celme»; la presencia de Carlos Núñez, todo un ídolo en Galicia e Irlanda, y sobre todo, los aires francófonos de Québec, la improvisación hecha arte, el directo demoledor de «La Bottinne Souriante» con sus percusiones a base de zapateados, una banda con más de 25 años sobre los escenarios de todo el mundo que tendremos la oportunidad de disfrutar en Avilés.

No quiero irme sin dar mi más sincera enhorabuena a toda esa gente que navegó contra viento y marea venciendo tempestades y saliendo a flote siempre con renovadas energías. Me refiero a la gente de «Esbardu», que no hace otra cosa más que luchar por la música tradicional con una altura de miras tal que la palabra frontera no tiene cabida en su diccionario y, por supuesto, y aparte de la enhorabuena, darle las gracias a Juan Casas, una persona a la que también el tiempo se encargará de poner en su sitio, un hombre que con un presupuesto ridículo logró colocar el nombre de Avilés en lo más alto dentro de este mundo, tan digno y respetable como el de las alfombras rojas, y por encima de todo un hombre que ha conseguido que por lo menos este año Elena y Javier no tengan que ir muy lejos para poder vivir otra vez uno de sus mejores sueños. Mucha suerte y que todo salga bien.