¿A quién no afecta la crisis?

Esta crisis es tan inmensa, o lo parece, que esta poniendo en tensión tanto a las fuerzas materiales como morales de los países mas adelantados de la llamada aldea global.

Los golpes asestados a la organización de la sociedad moderna terminaran colocando a la humanidad ante el dilema de perecer o buscar soluciones revolucionarias.

Es evidente que el sistema de producción capitalista esta socializado y bien engrasado, pero donde el sistema se vuelve perverso es cuando reparte la riqueza y acumula el beneficio, para luego planificar la organización de la sociedad.

Es en esa parte de la que nadie quiere hablar de los beneficios. Cuando se reúne el G20 es cuando el sistema se desarrolla como un tumor que en épocas como esta se lleva por delante también empresarios honestos. Pero todos sabemos que cuando se ataca un tumor también mueren las células que no son malignas.

Con la quimioterapia que se esta aplicando, el enfermo después de unos años reanimara, lo maquillaran y nos lo presentaran como esos enfermos que ante el tumor dicen que hay echarle optimismo y que se puede vencer, aunque en el fondo sabemos que lo único definitivo hubiera sido haber hecho prevención. Todos sabemos que este tumor solo se hubiera evitado desde la prevención de no haber caído en el capitalismo.

El problema fundamental de toda época de crisis es saber en manos de quien está el poder y parece que nadie discute que el poder en los últimos tiempos estuvo en manos de los EEUU que parece ser el autor de esta crisis.

El poder ha determinado la política exterior e interior que este país ha seguido. Sería fácil definirla como una capitalismo salvaje y depredador que únicamente ha desarrollado brutales desequilibrios a través de las guerras, para beneficio de sus multinacionales; y con desprecio absoluto al mundo del trabajo que era quien mantenía engrasada su maquina de producción.

Todo su poder sólo ha creado inestabilidad económica en el mundo y la lucha entre capital y trabajo. Y ahora tratan de recomponer un poder firme y estable a través del marketing desarrollado por el nuevo presidente, que se aplica en demostrarnos que no han aprendido nada en las anteriores crisis y en la actual.

Enfrentados a la grave destrucción del medio ambiente, con una practica legislativa, administrativa y judicial desbordada e incapaz de desempeñar sus funciones, con unos medios televisivos babeando y almacenando montañas de cintas inútiles, con un lenguaje demagógico como el famoso I+D+I; o con las instituciones transversales para elogiar los admirables encantos del capitalismo, moviendo unos cientos de personajes entupidos e ignorantes que ventilan sus miserias sobre la mayoría de ciudadanos. Ciudadanos honrados que han luchado por configurar la mejor y más preparada juventud a la que se niega un trabajo que les permita manifestar sus dotes y talento y que el capitalismo pisotea.

Es compresible. La historia nos demuestra que los países parlamentarios burgueses y también los constitucionales burgueses; aunque cambien los gobiernos con sus ministros, esto tiene muy poca o nula trascendencia.

Unos u otros siguen aplicando las mismas recetas de siempre de espaldas a la mayoría de la población y siguen alardeando demagógicamente al mas puro estilo fascista. Algún político al que se le cruzan a menudo los cables todavía no se ha enterado que España no envía al paro 7.000 personas diarias. España esta en su sitio como siempre y no tiene nada que ver con el INEM. Quien deja sin proyecto de vida a 7.000 personas diarias es un sistema generado por algunos españoles empresarios y capitalistas que se esconden tras la patria, el derecho mercantil- penal y un Estado manejado por un ejército de funcionarios impregnados de espíritu antidemocrático en todo su entorno.

Tratar de pensar que bajo estos auspicios (aunque sea con un gobierno socialista) se pueden llevar a cabo reformas estructurales que limiten los derechos del capital para aumentar y dignificar los de los trabajadores sería auto engañarse.

Los socialistas en estos modelos de Estado, aunque algunos demuestren la mayor probidad, son solo un adorno del sistema o un pararrayos de la indignación popular para tranquilizar a los ciudadanos. Así fue y así será mientras no cambie el sistema y el aparato del estado no sea más democrático y permita a los trabajadores levantar un poco el espinazo y sentirnos personas.

El socialismo es posible si se tiene fe en los ciudadanos, si no se tiene miedo a que pensemos más de la cuenta, si ante las ideas nuevas no sentimos escalofríos y reserva y sí apoyo incondicional. Por primera vez se podrían aprovechar las conquistas culturales y tecnológicas mas modernas para cambiar el trabajo esclavizado que solo beneficia a unos pocos parásitos capitalistas a quien no afectan las crisis y que todos sabemos quienes son, por el trabajo para todos.