No somos tan pobres
"Avi, ¿som pobres?..."
El abuelo respondía en castellano al pequeño inquisidor: "No somos tan pobres. Tú, por ejemplo, tienes padres, ojos y libros; hay muchos niños que no tienen... Yo te traigo al parque cuando tus padres trabajan y te enseño a jugar a los bolos; hay muchos niños que no tienen tu suerte, ni juguetes ni padres ni abuelos ni nada. Mira las fotos de UNICEF que hay a la entrada del Metro, son niños de verdad que viven en la miseria, les obligan a trabajar desde pequeños y no pueden ir a la escuela ni disfrutar como tú".
El abuelo cruzó su mirada con la mía y me levanté de aquel banco para irme no sin antes estrecharle su mano curtida por algún oficio de los duros, de los de antes... No pude articular palabra.
Ese mismo día, al bajarme del Metro en Urquinaona me dirigí como un autómata hacia la calle Aussías March y entre en el viejo portal modernista de la sede de "Aldeas Infantiles" en Cataluña. Subí las escaleras hasta el principal y empujé la puerta entreabierta. Entré.
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