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Sobre el hábito y el monje

28 de Mayo del 2012 - Marino Iglesias Pidal (Gijón)

Se dice que el hábito no hace al monje, y se suele añadir: pero lo identifica.

Dos axiomas en uno. Sí, porque aun considerando que el hábito fuera un mero disfraz de alguien que no es monje, el hecho de que haya optado por esa forma de disfrazarse ya muestra algo de su personalidad.

Eso en cuanto a nuestra indumentaria, pero nuestra imagen no se reduce, evidentemente, al ropaje. Nuestra imagen es todo aquello que puede ver el que nos mira, y el que nos mira ve nuestro rostro y su expresión, nuestra forma de gesticular, de movernos, ve lo que hacemos y cómo lo hacemos; todo ello es nuestro hábito. Y nuestro hábito es determinante a la hora de relacionarnos. De ahí que lo que decimos sea percibido y asimilado, o desechado, de diferentes formas según sea la imagen que ofrecemos con las palabras. A veces una información, que en sí misma puede ser importante, resulta banal en virtud de la disociación existente entre lo que se dice y la imagen de quien lo dice.

Por eso estoy ahora escribiendo. Porque en un noticiario de televisión he visto a una profesora dirigiéndose a sus alumnos, jóvenes adultos, sentada sobre una mesa con los pies sobre una silla, y, claro, con mis años, la imagen, así, repentina, sin avisar, casi me tumba con butaca y todo. Quiero plasmar aquí el conjunto para que haga más comprensible, si es que a estas alturas alguien lo puede comprender, el impacto que sufrí: Los alumnos no llegaban, me parece, a una decena y estaban sentados, anárquicamente, en sillas similares a la que soportaba los pies de la profesora. Es decir, no necesitaba ella de, físicamente, elevarse sobre ellos para que la vieran y ser vista perfectamente, y si lo hacía como forma de dominio pienso que estaba logrando exactamente lo contrario

Asimilado el impacto, meneé la cabeza diciéndome: ¡cómo está la enseñanza! Con qué formación va a salir este personal.

Pedes vestirte con el traje de los domingo, coger la fesoria y ponerte a plantar lechugas, seguramente te sentirás incomodo, pero si tú lo quieres así es cosa tuya, a las lechugas les dará exactamente igual y serán lo que vayan a ser las hayas plantado con traje dominguero o con el de faenar, no pasa nada, son lechugas. Sin embargo, a mi entender, cuando se trata de faenar con seres humanos, me permito rematar con otro de esos decires sobre lo que se hace, lo que se es y la imagen que se ofrece: No sólo hay que serlo, hay que parecerlo.

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