Con mis mejores deseos de éxito para Ana González
Solo faltaría, que doña Ana González estuviera desganada, desilusionada e inerte a los cinco minutos de haber prometido su cargo. Tiempo habrá para el desgaste. Tres años, por ser más precisos.
Las intenciones son buenas, veremos si llevadas a la práctica mejoran o, por el contrario, pierden eficacia. El tiempo dictará sentencia. Al menos habrá que concederle los cien días de rigor con sus respectivas noches, que los socialistas, como toda la casta, también son capaces de laborar a tres turnos. Esperemos que con mayor rendimiento y mejor fortuna que la alcanzada por el FAC de Álvarez-Cascos.
Es obvio decir que la providencia raramente llama a nuestra puerta sin haber sido invitada previamente. Por tanto, creo conveniente indicarle, con el mayor de los respetos, algunos de los décimos que debe adquirir para el próximo sorteo a celebrar en fecha aún no decidida por la autoridad competente. Confiemos en que Javier Fernández, ayudado por la sensatez de la Junta, no adelante el desafío como sí hizo su predecesor.
Poco se le puede decir sobre los problemas que hostigan nuestro sistema educativo a una señora con años de experiencia en el sector. Lo que sí se le puede pedir es que haga el esfuerzo necesario para que la crisis económica no agrave la situación ya de por sí bastante deteriorada. Es aquí, en la inversión educativa, también sanitaria, donde los asturianos queremos ver la rebeldía, con todos los matices de moderación y firmeza, anunciada por Fernández.
También sería deseable no abusar del dedo caprichoso en los nombramientos secundarios, así como, tener en cuenta la coyuntura que aflige al colectivo de profesorado interino y observar especial cuidado en la adjudicación de algunas comisiones de servicio que puedan exceder el ámbito de lo ético y perjudicar seriamente al grupo más desamparado.
En cuanto al Centro Cultural Óscar Niemeyer, con permiso de la señora Alcaldesa y la Fundación del mismo nombre, decirle que, en Avilés, esperamos y deseamos un final feliz para tanta desfachatez habida en el pasado año y repartida por igual entre Consejería de Cultura y Ayuntamiento. La marginación a la que los poderes públicos local y regional sometieron a la ciudadanía avilesina, llegó a límites de ridiculez con la enajenación del nombre del equipamiento cultural. Lo más acuciante es, por tanto, la restitución del nombre que nunca debió perder y, posteriormente, buscar la fórmula más eficaz para que la mayoría de la Fundación quede en manos públicas.
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