El saludo

4 de Junio del 2012 - José Antonio Coppen Fernández

Quien lee sabe mucho; pero quien observa sabe todavía más, vino a decirnos Alejandro Dumas hijo. El gesto de saludar se encuentra dentro de las reglas de urbanidad, la buena educación y la cortesía; al tiempo que del respeto y, por qué no, también del deseo de agradar. El saludo más frecuente es el que se dirige diariamente al coincidir con quienes no necesariamente han de pertenecer al círculo de nuestras amistades: en la calle, en la vida social, laboral... De todas formas, con este verbo es frecuente el llamado «leísmo de cortesía». Hay que practicar como norma la buena costumbre del saludo, dirigirlo y corresponderlo. Pero no podemos quedarnos sólo aquí, ya que es mucho más amplio y diverso.

Subtítulo: Algunas normas de cortesía

Los más efusivos, si se quiere, aplican tres modalidades: estrechar la mano, fundirse en un abrazo, y el contacto de dos epidermis; o sea, el beso en las mejillas. La iniciativa en su elección debe partir de la mujer. Luego está el del intercambio de microbios inconsciente, que dicho sea de paso cada día se practica más sin que exista una relación íntima. Nos repugna ver el besuqueo a los niños pequeños. Por nuestra parte aceptaríamos de buen grado el saludo a la japonesa: una reverencia ante una o más personas, y cortesía cumplida. Es más, con motivo de la gripe «A», el lector recordará que las autoridades sanitarias aconsejaban esta forma de saludo para evitar posibles contagios. Entonces ya manifestamos reiteradamente que podía ser el momento de tratar de adoptar este saludo oriental, sencillo y, sobre todo, cien por cien higiénico. Hubiera sido una gran oportunidad para incentivar a la población en este sentido. Lógicamente, haríamos la excepción del saludo que debe producirse con motivo del reencuentro después de una dilatada ausencia.

Llegar a una reunión más o menos numerosa y tener que dar la mano a cada uno de los presentes, besando a las mujeres –quizá maquilladas–, además de engorroso suele resultar excesivamente protocolario, además del beso en la mano de las señoras. Sorprendió, y luego agradecieron en su conjunto, que así lo hiciéramos, el grupo mixto que se encontraba en el salón de un domicilio particular, cuando nos presentamos a cumplir en un acto luctuoso.

En general, a la hora de las demostraciones de respeto, debemos otorgar al saludo su verdadera importancia, que tiene, aunque muchas personas no lo sepan valorar. Cuentan que a un trabajador que había quedado atrapado en uno de los refrigeradores, tras cinco horas sin poder salir, en cuanto se le preguntó al guardia por qué se le ocurrió abrir esa puerta, que no era parte de su rutina de trabajo, contestó: «Llevo en esta empresa 35 años, cientos de personas entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes, los demás me tratan como si fuera invisible. Hoy –añade– me dijo “hola” a la entrada, y esperaba por su habitual “hasta mañana”».

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