Escándalo en Segunda regional
Lo más bonito de las categorías amateur del fútbol es que saca a relucir lo mejor del espíritu deportivo. Ahí no existen contratos, publicistas que ven su oportunidad de enriquecerse, ni es afectado por el mercadeo. Es fútbol, simple y llanamente. Los jugadores participan por el puro espíritu del juego dándole un contenido más deportivo que el que rodea a la élite. Por eso, escenas como las vividas el último fin de semana en el campo de fútbol de El Castañeo duelen tanto a los románticos de este deporte.
Me gustaría denunciar públicamente lo vivido el domingo en el partido de Segunda regional entre el Beredi FC y el Pumarín B. Les pongo en antecedentes: el equipo local no se jugaba nada (ya estaba ascendido) y el segundo necesitaba de la victoria para poder subir a Primera regional. Como suele ocurrir en estos casos venció el que tenía más necesidad. Pero el escándalo surge en la forma en que llegó la victoria visitante.
No es que el Beredi jugase con menos tensión (lo cual puede ser lógico), es que incluso la predisposición del Pumarín dejó mucho que desear. Parecía que los visitantes sabían de antemano que los tres puntos serían suyos. A pesar de todas las facilidades dadas por el conjunto local (defensa adelantada incapaz de correr hacia atrás por si el linier no señalase fuera de juego, falta de concentración en la estrategia, jugadores haciendo caños en zonas de riesgo...), el conjunto visitante era incapaz de acertar entre los tres palos. La única forma de deshacer el empate parecía algún penalti, así que el Beredi viendo que se acercaba el final del tiempo reglamentario provocó de manera intencionada dos penas máximas, el segundo sin balón de por medio. Fueron dos porque el primero lo paró incomprensiblemente el portero para sorpresa de sus propios compañeros que hacían gestos a su banquillo llevándose las manos a la cabeza. Así que tuvieron que cometer un segundo penalti, éste sin venir a cuento, con el balón en otra parte del campo y por el mismo jugador que no daba crédito cuando su propio portero había parado el primero.
Para que se hagan una idea, ni los propios jugadores del Pumarín celebraron este gol (y estamos hablando de un ascenso de categoría), y ni siquiera cuando el árbitro pitó el final fueron capaces de mostrar esa explosión de alegría que sale de forma espontánea y natural propia de todo jugador que lo único que le mueve en estas categorías es la ilusión.
Uno de los jugadores más desequilibrantes de la categoría, en las filas del Beredi y optando al «Pichichi», parecía que era el único que quería proponer algo diferente; viendo que creaba más peligro del necesario fue relegado a posiciones defensivas, concretamente de defensa central, primera vez en su vida deportiva que seguro actuaba en esa posición. Algunos de los aficionados del Pumarín que se habían dado cita allí no daban crédito a lo ocurrido. Avergonzados, comentaban que no querían ascender así, lo nunca visto.
Doy por hecho que lo de ayer proviene de los altos estamentos del club, puesto que un comportamiento así, generalizado, no se puede deber única y exclusivamente a amistades entre entrenadores y/o jugadores.
Sólo puedo denunciar este hecho por este medio, por si algún día alguien tiene la ilusión de crear un equipo de fútbol que sepa con qué gentuza se puede encontrar: además de las propias piedras que uno se encuentra en el camino tiene que lidiar con pactos ilícitos entre clubes que tienen intereses comunes. Una lástima para los amantes del deporte y de los valores que lo rodean.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo