Del significado y del alcance de lo popular
He de confesar mi indignación por el alcance y, sobre todo, por el tratamiento que recibe en parte de la prensa, y en algunos canales de televisión, la noticia del regreso a España del hijo pródigo de Allande, Pepe el del Popular.
No emitiré, pues no creo que me corresponda hacerlo aquí, los juicios de valor que me merecen su comportamiento como contribuyente, como trabajador y, más aún, como ser humano. Aunque resido en Oviedo desde hace treinta años, mi condición de allandesa, mi pueblo natal, Celón, dista apenas tres kilómetros del suyo, me forjó un carácter, como a la mayoría de mis convecinos de bien, basado en el esfuerzo y en el sacrificio, únicos garantes de una vida plena y digna. No es necesario recordar que una buena parte de allandeses se vieron forzados durante décadas a una emigración que vivieron en unas condiciones duras y extremadamente difíciles. Muchos viven hoy en México, en Santo Domingo o en Puerto Rico y siguen contribuyendo de forma notable al progreso del humilde concejo que los vio nacer. Ellos sí son ejemplo de supervivencia y merecedores de ocupar páginas enteras en sus publicaciones. Tal vez en su boca el significado de vocablos como desarraigo, nostalgia, trabajo y esfuerzo adquiera otra dimensión.
Mi otra condición, la de profesora de Lengua de Enseñanza Secundaria, me exige recordarles a ustedes, los periodistas, qué tipo de valores se están transmitiendo a nuestros jóvenes; piénsese si no en el alcance de esta noticia, repleta de un sensacionalismo nauseabundo; en esas primeras páginas de periódicos de gran tirada, vendiendo la imagen de un hombre abrumado por las innumerables muestras de cariño que le brindan algunos asturianos y piénsese en las ofertas varias de trabajo que, en los días que lleva en Asturias, ha recibido. Esto último, en una época de crisis como la que estamos atravesando, ofende a las personas de bien. Y qué decir de las invitaciones a programas de televisión (previo pago de billetes de avión y noches de hotel) a una persona cuyo mayor mérito reside en haber estado fugado dieciocho años con una identidad falsa (dato objetivo donde los haya, independientemente de que el delito si lo hubiere haya prescrito).
Mi ruego se dirige a la prensa seria: no confundamos lo noticiable con lo que vende, no elevemos a categoría de protagonistas o, lo que sería peor, de víctimas a personajes que reciben ofertas de programas del corazón para contar su apasionante currículum y su no menos patético modus operandi.
Los profesores, en breve, seremos evaluados una vez más; los alumnos serán sometidos a las llamadas pruebas de diagnóstico... Me pregunto: ¿los objetivos de los medios de comunicación –formar, informar y entretener– se habrán fundido en uno y único (el último) olvidándose, quizá, de la trascendencia social de los dos primeros? ¿Quién aprueba o suspende a muchos periodistas y medios de comunicación que, en aras de conseguir una mayor audiencia, convierten en cuasi modelos de conducta a estos personajes y transmiten a los jóvenes la idea del todo vale únicamente para tener su minuto de gloria en televisión?
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