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Sentido y sensibilidad

10 de Junio del 2012 - Marino Iglesias Pidal (Gijón)

Estaba buscando un título corto para ponerme a especular me parece más indicada la expresión filosofar, pero a un tiempo más pretenciosa, por eso elegí especular y se me vino a la cabeza el título de la película, y ahí está.

La cosa tiene tal color de hormiga que estoy empezando a considerar la posibilidad, hasta ahora absolutamente negada por mí, de que el ser humano, ante la amenaza tan clara y rotunda, y que va en aumento a un ritmo exponencial, llegue por fin a darse cuenta de que es un ente totalmente descompensado, una inteligencia sin conciencia, un automóvil supersónico alimentado con cinco sentidos y que no tiene incorporado ningún mecanismo de frenada.

Está claro que una máquina de estas características está predestinada a su propia destrucción. Sin embargo, a pesar de estar tan claro, increíblemente, el sursuncorda de la creación no es capaz de verlo !qué va, al contrario! mientras la carretera sea recta o con curvas suaves, fierro al piso. ¡Ah! pero cuando ya las curvas le hacen apretar los esfínteres y la espina dorsal es recorrida por descargas eléctricas que le espelucan todas sus pilosidades, estamos entrando en ese momento, entonces, pienso, quizá no le resulte imposible darse cuenta de que todo lo que tenga acelerador tiene que tener freno y, naturalmente, si no lo trae de fábrica hay que ponérselo.

¿Cómo fabricamos el freno? La materia prima ideal, sentido y sensibilidad, lamentablemente, es sumamente escasa, de manera que hay que recurrir a persuasión y contención.

Hay que explicarle al carajo que jugar con fuego es peligroso, teniéndolo amarrado por una pata con una cuerda para que pueda llegar a la nevera, el baño. etc. pero no a las cerillas ni a la bombona del gas ni a nada de eso. Y si en algún momento intenta desatarse, estacazo que te crió. Así hasta que se entere de que lo correcto es lo bueno para todos y que actuar incorrectamente puede resultar, resulta, sumamente provechoso y gratificante para algunas individualidades, pero nefasto para las mayorías; y que la conducta incorrecta continuada acabará por absorber a la minoría abusadora y también ella pagará por el mal que ha hecho.

Esa es la receta. Fácil. Bueno, ahora mismo no tanto, porque ya todo dios está convencido de lo maravilloso que es la plena libertad que se disfruta, que permite cagarse en todo y en todos los que, por hache o por be, no se lo impidan, encerrándolo o simplemente con un guantazo que le deje temblando los dientes; de manera que al principio quizá hubiera que emplearse a fondo, pero que la letra con sangre entra de eso no hay duda. Lo realmente jodido es encontrar a quien aplique la receta con sentido y sensibilidad. Sentido y sensibilidad, la madre del cordero.

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