La Nueva España » Cartas de los lectores » Ramón Colao, amigo y Quijote

Ramón Colao, amigo y Quijote

12 de Junio del 2012 - Rufino Roces García (La Felguera)

Hace tan sólo dieciocho meses me encontraba luchando por superar ese difícil equilibrio «entre la vida y la muerte», tras las secuelas de una grave intervención quirúrgica, cuando Ramón Colao, en una de sus muchas llamadas para interesarse por mi salud, se entera de la «crisis de inapetencia» que ponían en serio peligro la recuperación. Inquirió que podría hacerse para superar la situación y mi hija le contestó que yo pedía «callos y vino». Al día siguiente Ramón viajó expresamente desde Madrid con una «botella de buen vino y una lata de callos». Los doctores no me permitieron degustar el «manjar», pero su presencia y conversación aquel día –él había pasado años atrás por similar intervención– influyó en mi ánimo de forma muy positiva. Teniendo las visitas totalmente prohibidas, fue una suerte para mí que los doctores le permitieran entrar en la habitación, ya que su charla actuó como un bálsamo curativo. Así era este gran hombre, bueno, generoso, solidario, humanista, además de fiel y noble amigo. Hacía las cosas complejas con la mayor naturalidad del mundo, sin que lo hecho por la mano derecha se enterase la izquierda. Lo dicho anteriormente es una diminuta muestra de su forma de actuar. ¡¡Podría contar tantas cosas!! Pero dejemos sólo esto como ejemplo. Por tanto no puede extrañar que la trágica noticia de su fallecimiento causase profunda conmoción entre cuantos tuvimos la suerte de gozar de su amistad. Nos contaba uno de sus hijos, José, que su hijita, de 7 años, le preguntó: «Papá, ¿que hacía el abuelo?». Sólo se le ocurrió contestarle «¡Ayudar!». Sí, Ramón se dedicó a ayudar. A ayudar al prójimo como manda nuestro Señor, con modestia, humildad y humanismo. Ramón era un creyente convencido y yo he meditado mucho en las últimas fechas sobre esta cuestión «cuasi metafísica» y he llegado a mi particular conclusión. «Hay dos clases de creyentes: los que aman a Dios y los que le temen». Ramón amaba a Dios y por eso amaba al prójimo y ayudaba a éste con desinterés y nobleza. Los otros, los que le temen, «ayudan» para liberar su conciencia, pues creen que es una forma de «engañar» al Sumo Hacedor para que los acoja en su seno. No recuerdan lo que dijo Jesús de Nazaret. «Es más difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos que un camello pase por el ojo de una aguja». Ramón ya está en el Cielo.

Ramón fue una persona trascendental en mi vida. Si bien lamento no haberlo conocido mucho antes, doy gracias por los últimos 18 años, cuyo trato continuo ha marcado mi existencia y también la de mi familia y sociedades a las que estuve ligado. Fue un consejero sincero, y mucho más que un amigo, y como dice nuestro contertuliano, Paco Rodríguez: «La amistad es una de las manifestaciones esenciales en la vida del hombre. Puede que la más importante. Puede que la única que no obedece a intereses, ni nace prefabricada por razones que derivan de la madre naturaleza, ni satisface la vanidad del ego. La amistad, a la que probablemente estábamos predestinados, surge en cualquier esquina, como un flechazo». Y esto sucedió cuando Antonio Sirgo nos presentó. Desde aquel día sus certeras reflexiones, su generosidad sin límites, su bonhomía, su preocupación constante por las entidades a las que estuve unido, su inquietud constante por la salud de mi hija Rosa y por la mía propia fue permanente. Su trato cordial y afectivo, su categoría de «paisano asturiano», su amor, nada impostado, por La Felguera y Langreo, su gran ejemplo de «patriarca» con numerosa y formidable familia, paradigma de unión, respeto y cariño, como demostraron sus nietos, con una presencia de ánimo impresionante, en las «despedidas» religiosas oficiadas en Madrid y Salinas, es algo tan entrañable y apreciado que dejarán para siempre una huella conmovedora.

Ramón, te incorporaste de forma natural a esa singular tertulia que formamos «Los Quijotes» y en nuestras reuniones eras la voz tranquila del inteligente consejo, calmabas la fogosidad del artista Manolo Linares, puntualizabas las ilustradas explicaciones del ejemplar empresario Paco Rodríguez, hacías las preguntas precisas sobre cuestiones espirituales al párroco de Mieres don Nicanor López, escuchabas con suma atención las encantadoras anécdotas del «destilador de oficio» Emilio Serrano, inquirías a Juan Rionda para que nos explicase los secretos de la montaña, prestabas atención con paciencia infinita mis pesadas intervenciones, mientras Fernando Delgado, el benjamín de la tertulia, observaba con respeto y esperaba su turno para presentarnos algún nuevo proyecto. Ramón, nos has dejado un poco huérfanos. No creo que mi pluma esté a la altura que mereces para glosar tu gigantesca figura, pero te debía mi particular reconocimiento público. Descansa en Paz, gran y buen amigo.

Cartas

Número de cartas: 46117

Número de cartas en Octubre: 55

Tribunas

Número de tribunas: 2088

Número de tribunas en Octubre: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador