Amor de abuelos

12 de Junio del 2012 - María Aurora Lores Fonseca (Pola de Siero)

El pasado sábado 2 de junio, en el suplemento semanal «Oviedo y Centro» se reprodujeron tres cartas de homenaje a los abuelos escritas por tres alumnas del Colegio Amor Misericordioso de Colloto. Quisiera en estas líneas felicitar a las tres por plasmar en palabras tanto cariño incondicional. Sin embargo, me gustaría hacer hincapié en la carta de Leticia Castro. Querida Leticia, no te conozco, ni tú a mí, sin embargo, no dudo que sería un privilegio hacerlo. A medida que leía tu carta el nudo de emoción que me atenazaba se hacía cada vez mayor y se deshizo en cuanto unas lágrimas rodaron por mis mejillas. Esa carta no sólo es un regalo para tu abuelo, al que pude visualizar llorando emocionado sin importarle un ápice que el hombre que no llora dejara paso al abuelo llorando emocionado, sino también para tu abuela, que se sentiría tocando tu alma más cerca que nunca, y para tus padres, orgullosos de ver que el amor que recibieron y ofrecen se mantiene vivo y latente. Esa carta es un regalo y una lección para todos. Es como un soplo de aire fresco ver que una nieta no tiene reparo en demostrar su cariño a sus abuelos, que son parte importante de su vida y que no importa la edad, ni la tuya ni la de ellos, para manifestarlo y hacerlo patente. Gracias, Leticia. Hoy día hay muchísimos abuelos olvidados y relegados, que están solos y añoran una palabra, una visita o un gesto por parte de sus nietos. Tú rompes los moldes gritando a pleno pulmón tu amor incondicional y el de ellos.

Es reconfortante ver que los colegios asumen estas iniciativas. Precisamente, hace un mes una querida amiga, profesora en el Colegio Público de Noreña con niños de 8 y 9 años, propuso una idea similar para honrar a los abuelos, también como expreso homenaje y reconocimiento amoroso a su abuela. Y la idea fue un éxito, el trabajo un acierto y los frutos quedaron a la vista: reencuentros entre abuelos y nietos. Pero no debemos olvidar cuál es el eslabón fundamental entre los abuelos y los nietos: los padres. Ellos son, en gran medida, los impulsores de la relación que pueda llegar a darse entre todos. Es el hilo conductor de la vida. ¿Por qué tanta soledad entre los adultos? ¿Por qué tanto desconocimiento entre los niños de sus orígenes? No renunciemos a uno de los mayores regalos que la vida nos ofrece: el amor.

Por eso, Leticia, de nuevo gracias. Me permito hacer una sugerencia a los responsables del periódico. No es habitual leer esto en un tiempo en que lo que más abunda es el desánimo, la tristeza, la violencia... Esta carta rompe con todo ello y nos da un latido de esperanza y alegría, pero probablemente haya pasado desapercibida. Creo que esa carta se merece una contraportada a toda página y su autora, una entrevista o un poco de conversación si ella quiere. Sería interesante escucharla y conocerla.

Termino enviando un cariñoso beso a todos los abuelos y abuelas como si de una nieta se tratase, y mirando al cielo van cuatro para los míos, que aunque sólo tuve la dicha de conocer a mi abuela materna los cuatro fueron prendidos en mi alma por mis padres desde que era una renacuaja y ahí siguen viviendo. Gracias, Leticia. Un beso entrañable para ti.

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