El AVE del Cantábrico
Hace unos años, don Felipe de Borbón apuntaba en Navelgas (Tineo), con motivo de la entrega del Premio al Pueblo Ejemplar, la necesidad de afianzar la población rural para evitar el despoblamiento de estas zonas. Yo en aquel momento automáticamente me pregunté: y eso ¿quién lo tiene que hacer?, y sobre todo ¿cómo se hace?
Los concejos occidentales asturianos, claramente rurales, llevan décadas perdiendo población. De la docena de amigos que nos reunimos en Luarca en vacaciones para tomar una copa o simplemente hablar, solamente uno trabaja en la Villa. El resto trabajamos en Oviedo, La Coruña e incluso Madrid. ¿Por qué? Porque nos fuimos a trabajar donde había futuro, donde podíamos sobrevivir. Si se vive en Oviedo, La Coruña o Madrid uno tiene: A menos de un cuarto de hora veinte salas de cine, más de cincuenta cafeterías, más de tres centros comerciales, innumerables tiendas tanto de ropa, de comida, de muebles, etc, hospitales, universidades, centros de enseñanza media y colegios para nuestros hijos. Y sobre todo, más de una veintena de polígonos industriales a menos de media hora.
De Guadalajara a Madrid hay más o menos la misma distancia que de Luarca a Oviedo. Desde que se ha inaugurado el Tren de Alta Velocidad en dirección a Barcelona la gente ha dejado de marcharse a vivir a Madrid porque en menos de una hora te plantas en La Gran Vía. No sólo no se ha frenado el despoblamiento de esa zona sino que están creciendo los pueblos de alrededor de Guadalajara, incluso poblándose zonas que, hasta hace poco tiempo, estaban simplemente en barbecho.
Actualmente en Asturias existe un debate con el Tren de Alta Velocidad del Cantábrico. El que viene de Madrid ni se cuestiona. Hemos apostado por una protección de nuestro paisaje (¡gracias a Dios¡) que nos obliga a pararnos a pensar el coste medioambiental de las Obras Públicas. Pero ¿eso funciona igual en toda Asturias?.
Si uno mira un mapa actual de carreteras, la zona central de nuestra región está plagado de trazados a tres colores (autovías). Yo no he escuchado nada respecto al impacto medioambiental de estas obras. Parece ser que el impacto medioambiental sólo es aplicado a obras del Oriente (Unquera-Llanes) o el Occidente (Otur-Villapedre). Mientras tanto por la línea costera asturiana transcurre un trazado ferroviario diseñado en el Siglo XIX y terminado de inaugurar en los años setenta del Siglo XX. Se tarda más de dos horas en recorrer cien kilómetros y eso sin contar con los argayos y averías.
El debate de la necesidad o no del Tren de Alta Velocidad del Cantábrico es muy positivo, sobre todo si está en juego el precioso paisaje costero que yo, desde aquí, me sumo a proteger. Pero claro, siempre y cuando se realice con objetividad y seriedad y teniendo en cuenta todas las variables y no con criterios muy pasados de moda y medias verdades.
El pasado sábado 18 de abril, en la página 25 de LA NUEVA ESPAÑA aparecía un gran titular donde se hacía una comparativa entre la caja (como el periodista dice) del Tren de Alta Velocidad y la Autovía del Cantábrico llegando a unas conclusiones casi esperpénticas: resulta que el ancho de un Tren de Alta Velocidad es el doble que el de la Autovía del Cantábrico cuando una Autovía no tiene menos de cincuenta metros.
Este Periódico es el más vendido y leído en nuestra región, informando y creando opinión. Sería conveniente que antes de hacer un titular sensacionalista de 11 mm de altura se documentase un poco mejor. Sobre todo si con ello puede influir en el futuro de unos miles de asturianos que no viven en el centro de Asturias.
Sinceramente, no tengo claro que el futuro de nuestra querida zona Occidental pase por un Tren de Alta Velocidad. Creo hablar por muchos si digo que con un tren de velocidad normal pero trazado moderno nos conformaríamos. Pero lo que está claro es que algo hay que hacer para evitar el deterioro y despoblamiento de esta zona y sobre todo pensando en el interés general de todos los asturianos, no de unos pocos que vivien en la zona central, bien comunicada y plagada de servicios.
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