La Nueva España » Cartas de los lectores » Sorprendente realidad

Sorprendente realidad

30 de Junio del 2012 - David Piquero Soto (La Felguera)

Mis ojos han visto cosas realmente sorprendentes a su paso por la vida: desde niños que para algunas cosas eran verdaderamente viejos, dada su astucia, a mayores o ancianos cuya mentalidad podría llamarse infantil o falta de experiencia o de criterio. Personas cuya importancia es buscada y rebuscada a costa de lo que sea y de quien sea, mientras que quienes son o realmente importantes, y tal importancia reside en ellos, son más humildes, honrados y generosos y no se amparan para ello en lo que sea, ni les vale cualquier cosa, ni lo uno ni lo otro es lo mismo y no todo vale para conseguir los logros, ni son –ni mucho menos– pretenciosos.

Que muchas veces, apariencias de bondad, grandiosidad y generosidad acaban reducidas a simples apariencias cargadas de pretensiones, cuando personas que no exhiben nada pueden esconder tras ellas verdaderas grandezas. Como personas que se ufanan y juegan a saberlo todo, suelen ser verdaderos ignorantes y, en cuanto tales, su osadía es lo más acentuado, hasta personas que obran con conocimientos reales y saben estar y andar por la vida, y no necesitan de exhibiciones innecesarias, obrando cuando y como se tiene que obrar, y soliendo pasar más desapercibidos y ser más comedidos. Como personas que cuando en ellos reside verdadera grandeza se restan méritos o hacen participe de ellos a los demás y favorecen logros o conquistas personales como colectivos.

Por no hablar de casos opuestos y problemáticos, de personas amigas de restar méritos y posibles méritos y logros a los demás, verdaderos enemigos de su especie y de la evolución y progreso de las cosas. Y quienes, a no ser que puedan sentirse ellos beneficiados, actúan en detrimento de esas consecuciones.

Pero como tarde o temprano todo va ir al lugar que le pertenece en realidad, nadie puede huir permanente de quien es, ni jugar ni ir de lo que no es, quedando con el tiempo todo descubierto y en evidencia, resultando patético, falto de coherencia, el ocupar alguien un lugar improcedente. Al igual que no se suele disfrutar de las cosas ajenas, pues uno por más que se lo propusiese no podría adjudicarle a las cosas el valor que en ellas reside para otra, pues el valor de las mismas es personal y reside casi siempre en su conquista. Que por muchas trampas que haga uno, al final esas trampas suele hacérselas la persona a sí misma, no saliendo por ello recompensada. Como decir que en el pecado se lleva la penitencia, y no hay mayor juez, salvo que uno carezca de conciencia y que en tal caso le llevará a acabar muy mal, que la propia conciencia.

Pues hay desde personas muy dadas a alimentar su ego e intereses personales exclusivamente, hasta personas capaces –llegado el punto– de sacrificar la vida propia por otra o de entregar toda su vida y esfuerzos por la mejora, muchas veces conocida, de sus descendientes.

Como casos aún más loables e incluso más dignos de elogios, de niños/as no queridos por los suyos o de lo que pueden esperar unas criaturas que son adoptadas y queridas como hijos propios y tratados como tales y se les dispensan grandes esfuerzos así como una vida digna y provechosa.

Y es que en una conferencia se formulo una pregunta de algo en relación con esto, que fue la siguiente: de un padre alcohólico y una madre sifilítica, ¿lo mejor sería no concederle la vida a un hijo surgido de ambos?, a lo se respondió que, dado el caso, lo mejor era que no viviera esta futura persona, a lo que respondió quien había planteado la pregunta: ¡pues se acaban de cargar a Ludwig van Beethoven!

Por eso dice uno que con la vida ajena habría que tener mucho respeto y cuidado, que lo que uno es incapaz de querer o valorar o permitir ser, otros son capaces de hacerlo valer, y que acabar con vidas como menoscabarla sin razón que lo justificase, es falto de humanidad y de sensatez, por no hablar de un crimen, pues es arrebatar lo que nadie debería tener potestad para aniquilar. Y a veces podíamos resultar enormemente sorprendidos con lo que se es capaz de acabar por parte de algunos.

Cartas

Número de cartas: 46126

Número de cartas en Octubre: 64

Tribunas

Número de tribunas: 2088

Número de tribunas en Octubre: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador