Se fue un preciado entrenador
El mundo del fútbol y de la pelota está de luto, y tiene sobrados motivos para estar apesadumbrado, mustio. Manuel Preciado, ex entrenador del Sporting, se ha ido de entre nosotros. Ha muerto, insospechada y repentinamente. Se marchó un hombre del deporte y, sobre todo, una buena persona.
La muerte siempre presente nos amenaza, pero en la vida de este preciado amigo (hemos sido presentados en una reunión casi familiar hace pocos años y ya de mano me impuso que lo tratara como un amigo de siempre) la muerte fue casi una asidua visitante de su hogar, como si estuviera empeñada en amargar sistemáticamente su existencia. Este buen amigo no sólo tuvo que pelear desde el banquillo, sino que se vio obligado a plantarle cara a unas circunstancias de tragedia: la pérdida de tres seres entrañables en apenas diez años.
Por su parte, él, Manolo, luchó tanto por llegar arriba que quizá se dejó su corazón en ello, y de ahí vino lo que vino. Pero pensemos que no es momento para lamentaciones. Es más bien la hora de aprender de su manifiesta bonhomía, de la calidad humana que demostraba dentro y fuera de los campos de fútbol.
Creemos que una leal manera de definir a este joven/hombre de 54 años, que se ha ido para siempre, es decir que nunca salió por una puerta de atrás, que siempre anduvo de frente. No tenía precio, todo era valor, siempre era él.
Finalmente, podría añadirse que Manolo Preciado, técnico «de pueblo», llano y jovial, se ha escapado de nosotros mucho antes de tiempo.
Descansa en paz, amigo.
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