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Apuestan en nuestra contra

27 de Junio del 2012 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Seguimos sin deshinchar la burbuja inmobiliaria. No hemos afrontado la verdad y seguimos mintiéndonos. Las cajas de ahorros, que tenían, y supongo aún tienen, políticos y sindicalistas en sus consejos de administración, debían salvarse, si no a ver de dónde y cómo recuperarían los bancos alemanes los créditos dados a dichas cajas de ahorros. Ésos sí que buscarían responsables para sacarles todo su patrimonio, por lo civil o por lo penal. Pero ¡no! Esa deuda había que socializarla e ir preparando a la gente para el trágala. Ahora, los alemanes cobrarán con el dinero del BCE a través del FROB y éste de nosotros. Luego se desentenderán de todo salvo de tenernos bien cogidos por el gaznate para ver cómo nos pueden aprovechar para hacer algo. Y eso, en una época en la que su industria con sus robots son más eficientes que nuestro pico y la pala, será un desastre. Nuestros responsables políticos y sindicales se irán de rositas tras haber controlado y cobrado de los consejos de las cajas. Y nos tocará pagar, aunque nunca hubiésemos pedido un crédito, ni tenido sueldo, dietas o privilegios de las mismas. Para colmo, algunos seguirán apoyando a los mismos que nos metieron en el agujero, pidiéndoles que nos salven. Y ocurre que esos «responsables» políticos y sindicales sólo se preocupan de su salvación: «¡Nosotros vamos delante para ir abriendo las puertas!», nos dicen. No sólo tenemos que malvivir, sino que debemos pagar mucho más por un patrimonio que no vale ni la mitad. ¿Para qué estaban las cajas si no era para comprar pisos a crédito y que el suelo lo pusiera Sogepsa o similar? Ahora no sólo debemos pagar intereses, sino que apremia amortizar la deuda (sobre todo al banco alemán). Pero ¿de dónde vamos a sacar los ingresos necesarios para hacerlo? ¿Qué vamos a producir? ¡Pero si seguimos viviendo a crédito!

Ni siquiera llegamos a enfocar el auténtico problema, que no es el que las cajas de ahorros se saneen y puedan pagar sus deudas a la banca alemana, sino que lo que causa de la desconfianza está en nuestra baja productividad, con un 25% de parados (personas desempleadas en relación a las personas disponibles para trabajar) y nuestra menor tasa de actividad (personas disponibles para trabajar en relación a las personas totales) y, sobre todo, ¿qué producto podemos ofrecer al exterior a un precio competitivo para poder pagar la deuda? Con todo esto el «aprendizaje permanente» con contenidos propios bien distintos a los del Incual, ¿para qué lo queremos?, no existen tales contenidos ni son necesarios. La investigación qué es. Por el desarrollo ni pregunto. La innovación ¿no es ese arte de los partidos políticos y sindicatos para tener siempre a los mismos flotando como la nata siendo la crème de la crème?

Al final de la incivil guerra de 1939 el carbón, tan necesario entonces, se vendía con gran rentabilidad en los mercados exteriores que, en guerra, estaban necesitados de energía para barcos, trenes y fábricas. Con esas ventas comprábamos lo más necesario para funcionar y con el sudor de los mineros se fue comprando la supervivencia en medio de grandes hambrunas y penalidades. Pero... ¡Ahora, en 2012! ¡Con el carbón subvencionado y el ladrillo sobrevalorado! ¿Qué podemos ofrecer que nos puedan comprar a nosotros y no a otros?, ¿cómo podremos pagar la deuda sin que nos digan lo que tenemos que hacer? Porque si nos dicen lo que tenemos que hacer no va a ser muy agradable y estaremos peor. Ése es nuestro problema y las preguntas a contestar. Seguimos sin repudiar las mentiras que no dan confianza a nadie (aunque estén engañando a algunos que siguen apoyándolas). Mentiras que además impiden nuestra necesaria búsqueda de productividad y competitividad. ¡Acabemos, pues, con todas las subvenciones! Demos el justo valor a las cosas. Si no somos razonables, ¿cómo quieren que no estén apostando todo su dinero en nuestra contra? Si nuestra argumentación se basa en el chantaje, apaga y vámonos.

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