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España, ayer y hoy

18 de Junio del 2012 - Ricardo Luis Arias (Aller)

El norteamericano Wilson, amigo de la infancia, condecorado que fue por su heroísmo en el desembarco de Normandía, nos dice que allí, en USA, están asombrados y sorprendidos al ver cómo una nación tan importante como España, de un rico y glorioso pasado, ha podido llegar a tan lamentable situación. Este amigo, con raíces familiares en Lena, no comprende que aquí se insulte y desprecien símbolos y valores como la bandera y el himno nacional, que allí son hasta venerados. «Y bien que lo siento –añade– porque por mis venas corre también sangre española».

Sí. ¿Cómo España pudo llegar a tan lamentable estado? Ello, amigo Wilson, viene ya de muy atrás, precipitándose su decadencia con el astado rey Fernando VII, de tan infausta memoria. Luego, de Alfonso XIII a nuestros días, políticamente, fue el desmadre padre. Ilusión y esperanza, después, con la transición, la democracia y una Constitución –inspirada en la de 1812–; pero todo se fue al carajo, porque para todos los partidos sus ideologías políticas son antes que su obligado servicio a España. Todos los partidos políticos, tanto de izquierdas como de derechas, siguen el mismo rumbo de enfrentamiento político e ideológico, como aconteciera en los calamitosos años treinta, en los que una revolución primero y una guerra después acabaron de destrozar lo que quedaba de una gran nación. Concepto éste que, al igual que el de patria, han sido erradicados como si sólo fueran patrimonio de un determinado sistema político. Al igual que la bandera, que es de siempre y de todos.

Pero lo verdaderamente grave es lo que está ocurriendo con el idioma y la bandera en esas comunidades nacionalistas que tienen un odio visceral a todo lo que se refiera a España y su historia. Una historia que falsean y acomodan a sus ideas separatistas, como igualmente hacen con los libros de texto y cuanta literatura generan los escribidores afines al pesebre del poder nacionalista. Y tan descarado y enfermizo antiespañolismo, tanto ayer como hoy, es tolerado por todos los gobiernos habidos desde la transición. Y ellos son los mayores responsables de esa enorme bola de nieve separatista que ya no hay quien detenga.

Conclusión: aquella gran nación que fue España –en otro tiempo no se ponía el sol en sus dominios–, hoy no es más que un vulgar país dividido, enfrentado ideológicamente, politizado, empobrecido, con unos políticos sometidos a la disciplina y servidumbre de sus respectivos partidos, que son los que gobiernan y dirigen el catarro, pero de acuerdo siempre con su ideología. Y la única ideología que debe tener todo gobernante, del color que sea, ha de ser únicamente España, sobre todo hoy, para poder sacarla de la grave situación económica y política que padece.

Y, como remate, esta aserción de Ortega y Gasset: «Hay en nuestro derredor, desde hace siglos, un incesante y progresivo derrumbamiento de valores». Y hoy más que nunca, señores.

Ricardo Luis Arias, Aller

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