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El recorte más obligado de los gastos

25 de Junio del 2012 - Pedro Bengoechea Garín

Subtítulo: Ni un euro para el aborto y sus sucedáneos

Destacado: Existen, hoy en día, medios y suficientes avances científicos para salvar y preservar la vida de la madre y del hijo

Si bien nos han prestado un dinero necesario, no ha servido para despejar las dudas e incertidumbres que se ciernen sobre el panorama económico nacional. Tan grave y duradera va siendo esta crisis que no dudamos en adoptar cuantas medidas creemos necesarias para nuestro maltrecho Estado del bienestar, o simple y llanamente para la subsistencia de una mayoría de españoles. Lo más cacareado de cada día es que en ningún sitio hay dinero, ¿dónde está?... No hay más tema en estos momentos que el referido a la deuda, al agujero financiero, a la falta de liquidez de los bancos, que afectan al sector empresarial y las familias de la más variada condición social. Es urgente resolver todos estos problemas, sea por una inyección de capital, sea por el recorte de gastos o por la recaudación de fondos mediante la subida de impuestos.

En los últimos días se ha hablado y mucho sobre el recorte de gastos. Ante la inminente necesidad de disponer de ingentes cantidades de dinero para poder hacer frente a los gastos del Estado, hace falta reducir las ayudas, recortar los gastos, eliminar todo aquello que sea superfluo o innecesario. Esto me da pie para hacer memoria de lo mucho y mal que se gasta en las distintas administraciones públicas, en tantas partidas y capítulos prescindibles, en actividades de protocolo y dietas injustificables, o en algunos programas y realizaciones de ámbito cultural, sanitario o educativo, de clara reprobación social y ético-moral. Me refiero a los costes que son financiados con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, cuya fuente de ingresos es surtida por la contribución y aportación dinerarias de cada uno de los españoles, con destino en no pocos casos para la práctica tan extendida de realizar abortos en clínicas tanto públicas como privadas, expender o distribuir gratuitamente píldoras abortivas y preservativos, especialmente entre los jóvenes; campañas de divulgación e instrucción reglada en centros públicos de formación sobre la educación sexual, en línea con la ideología de género, para niños y jóvenes, al margen de los valores, convicciones y creencias religiosas de los padres; ayudas y subvenciones a la investigación con células madre embrionarias, así como el uso de técnicas y de una sofisticada ingeniería genética, para producir artificialmente vida humana y destruirla, llegar a la cosificación y uso utilitarista del embrión humano para beneficio de terceros.

Todo esto, a mi juicio, no debería ser costeado con ningún dinero, y menos con dinero público, con dinero de todos. Nadie está obligado a contribuir a un mal fin o a fomentar la cultura de la muerte. Debe haber una jerarquía de prioridades por orden de necesidad e importancia, y seleccionar las de mayor relevancia. La sanidad pública debe dejar de financiar todo aquello que no da salud y proporciona enfermedades y muerte. Invertir en el aborto y sus sucedáneos no sólo es una malversación, sino también una flagrante injusticia e inmoralidad. Por lo tanto, el recorte más importante y obligado del Ministerio de Sanidad y del conjunto del Estado debe ser el referido a suprimir cualquier ayuda económica para tales fines, que ofenden nuestra dignidad y nuestra conciencia. Ni un solo céntimo de nuestros impuestos para financiar el crimen. Además, no hay razones para abortar. Existen, hoy en día, medios y suficientes avances científicos para salvar y preservar la vida de la madre y del hijo. Existen igualmente medios económicos necesarios para sustentarlos a ambos antes, durante y después del parto. Sobra todo lo demás.

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