Prebendas de sus señorías
Un pormenorizado análisis sobre los sueldos y remuneraciones de nuestra clase política nos puede producir cierto desasosiego y llevarnos fácilmente a la demagogia porque tiende a eludir el verdadero problema, como es el de la profesionalización de una clase dirigente en general no altamente cualificada, que ha hallado en la política una altura de ingresos económicos y otros momios mucho mayores de los que normalmente gozaría en el mercado laboral. Independientemente, gran número de ellos están persuadidos de que el acta de diputado es un salvoconducto para arrinconar de por vida la ocupación profesional que en su día han podido abandonar.
Tanto la ley Electoral como el reglamento del Congreso establecen que los diputados deben ejercer sus cargos en régimen de dedicación exclusiva, por lo que no podrían desempeñar ninguna actividad pública o privada.
Dejando a un lado sus emolumentos, ya altos de por sí (3.126 euros, más 870 para los residentes en Madrid y 1.823 para los de otras circunscripciones), es sabido que cada uno de los 350 diputados del Congreso dispone de un portátil, una PDA (agenda digital con teléfono), sin olvidar que tienen otro ordenador en su despacho y una tercera computadora en su escaño, e igualmente se benefician de una tarjeta para uso de taxis con un fondo mensual de 250 euros. Además, la nómina puede llegar a 7.000 euros si es miembro de la Mesa, portavoz o presidente de una comisión.
Es sobradamente conocido que nuestros diputados, no todos, no son Demóstenes, ni lo más excelso de nuestro país, pero, no obstante ello, los humildes y respetuosos ciudadanos de a pie siguen albergando en su fuero interno la esperanza de que cada uno de los elegidos exhiba una conducta ejemplar, en todos los órdenes, de cara a la sociedad que les votó.
Pero la constatación última de que una parte se salta a la torera la ley de Incompatibilidades, pretendiendo completar, o superar, el sueldo de parlamentario, no permite aceptar que ellos solitos aprueben las normas, como han hecho días atrás en votación a puerta cerrada, sin presencia de cámaras ni periodistas, y basada únicamente en un informe confidencial. Y, por encima, que nos digan que eso no va a mermar su "absoluta dedicación" en su cometido de diputados. De verdad, señores, además de parecernos una burla a todos los ciudadanos, los hayan votado o no, esto es más propio de una democracia de un país bananero.
Mayormente, en tiempos de recesión como los que estamos atravesando en nuestro país, la austeridad y la moderación en los gastos y dispendios debiera ser -tiene que ser-, la seña de identidad de todos los españoles sin excepción, pero por lo que se ve existe un colectivo en nuestra sociedad que demuestra ser inmune a cualquier tipo de contención de canonjías y beneficios propios. Seguro que otro gallo cantaría si tuvieran que gastar el dinero de su propio bolsillo. Pero, como ya dijo una ministra: "Total, como el dinero público no es de nadie...".
Señores diputados, personalmente creo en el voto en blanco como expiación de culpas. Por ello, habida cuenta de algunas actuaciones y comportamientos, no sería de extrañar que en las próximas elecciones, la papeleta del voto mayoritario pudiera tener ese color.
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