El repugnante nepotismo socialista
Desconozco la valía de Álvaro Álvarez para el desempeño de cargo tan relevante con el que Javier Fernández gratifica a quien en el pasado le disputara la secretaría general del partido en Asturias. Por tanto, igual que todo hijo de vecino a quien el dedo amigo sitúa en el escaparate de la crítica, también Álvaro Álvarez se hace merecedor de los cien días de clemencia inquisidora.
Ahora bien, lo que sí podemos adelantar, porque el olfato natural así lo percibe, es el tufillo que desprende el nombramiento a presiones endógenas de la familia socialista avilesina. Parece ser que las críticas en alta voz de Ponga dieron sus frutos; recompensa que, por otro lado, se veía venir desde el mismo día en que la TPA entrevista al flamante Viceconsejero de Administración Pública con motivo del recién investido Presidente del Principado, Javier Fernández. Ya entonces, visto el exagerado canto a las virtudes humanas que Álvaro Álvarez realizó del ahora Presidente, todo hacía indicar que tanto contento debía responder a alguna buena noticia o mensaje tranquilizador. El feliz desenlace ya se produjo y los cabos se atan solos.
Dos son las reflexiones que provoca la noticia, al margen de lo antedicho: la primera, y en esto coincido con lo manifestado por altos dirigentes del PP doméstico, es que la política socialista de nombramientos, al igual que la zorra, solo cambió de pelo. La manía, juzgada y condenada por los tribunales de justicia, del abuso insultante y amoral del nepotismo socialista, pervive a la desvergüenza de Areces. Sigue el PSOE colocando a los suyos mientras el pueblo clama pidiendo trabajo. El segundo pensamiento se pregunta qué temores infunde Álvaro Álvarez en Javier Fernández para que, teniendo el partido personas con perfil político cualificadas y licenciadas en economía, derecho, etc., haya decidido el nombramiento de un señor huérfano de título y amigo de última hora.
Tengo para mí que en los nombramientos de Rodríguez Vega y Álvarez se produjo un traspapele o, a lo peor, se repartieron ambos cargo según intereses particulares. Sea como fuere, no cabe otra cosa que felicitar y desear a ambos acierto en sus respectivas gestiones públicas, especialmente a don Álvaro cuyo nombramiento arroja cierta inquietud.
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