Selección de políticos
Bien sabido es que la sociedad española actual se ha vuelto más exigente que nunca sobre eficiencia y competitividad en cuestiones laborales. Y admitido esto, ¿por qué hemos de hacer una excepción del político? Cuando la eficacia de un sistema, el que sea, ha empeorado y/o se ha agravado, es difícil encontrar atisbos de calidad.
España cuenta actualmente con 47 millones de ciudadanos, y es el país europeo con más políticos por habitante. De esta población, 445.000 son cargos políticos y suman más que el conjunto de médicos, policías y bomberos. Por el contrario, estamos sin jueces, y así nos van las actuaciones judiciales. El desprestigio generalizado del político español por supuesto no resta mérito al profesional honrado, pero sí ayudaría bastante depurar y poner al día la muy anquilosada maquinaria que lleva funcionando en España casi 35 años de transición.
Además de la ley electoral falla el sistema de reclutamiento de futuros líderes. No tenemos, admitámoslo, un plantel político fetén de proximidad al elector y ampliamente formado con visión de futuro. El continuismo y la escalada dentro del partido es el objetivo primordial a conseguir. Sin excusa ni pretexto necesitamos un perfil de político más popular, es decir, con mayor cercanía al ciudadano, un político de barrio. Sobra, asimismo, la parafernalia del amiguismo y el listado de candidatos desconocidos por méritos de fidelidad a partido, y nos falta la escuela política universitaria que prepara especialistas del saber gobernar y administrar sin ataduras ni dependencias.
No queremos políticos todoterreno para ser ministro de lo que sea, ni mucho menos personal de confianza nombrado a dedo. Tenemos que prepararnos para servir y dejar el cargo a tiempo y, eso sí, sin pretender poltronas a perpetuidad ni sueldos vitalicios.
Además, reflexionemos, ¿por qué el político tradicional ha de estar vinculado (caso de la minería, hoy) a una ideología de partido? El buen tecnócrata salido de las urnas no tiene por qué estar reñido con el poder. La probidad de una competente hoja de servicios no necesita avales partidistas.
Vaya esto como broche final. Mientras la impunidad y la protección judicial sigan siendo los principales escudos de todos los cometidos del político la esencia de la democracia no dejará de ser una falacia. Y casi, casi una trampa.
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