Laissez faire

28 de Junio del 2012 - Iván Martínez Martínez (Gijón)

"Laissez faire et laissez passer, le monde va de luí même;" «Dejad hacer, dejad pasar, el mundo va solo». Pronunciada por un fisiócrata francés del siglo XVIII, la máxima se acabaría convirtiendo con el tiempo en el emblema de las ideas liberales, sobre todo su primera parte "laissez faire". ¡Qué bien la hemos aprendido! Si Vicent de Gournay el autor de la cita- levantara la cabeza estaría orgulloso de los españoles por haberla aplicado de una manera tan envidiable. ¡Qué felices éramos hasta que la realidad nos reveló el destrozo que las cosas provocan cuando van solas y sin control!

Definitivamente España va a ser rescata. Esta misma semana se ha solicitado formalmente el rescate. Ahora sí podemos decirlo: ¡levantad el telón!, ¡la función o la farsa- ha terminado! A pesar de que nuestro gobierno ha negado la evidencia hasta hace muy poco, el acontecimiento se ha convertido sin ningún género de dudas en la crónica de una muerte anunciada desde hace tiempo por muchos de nuestros economistas y los que no lo son-. España ha finalizado una carrera muy mal trazada desde el inicio. Ya ha llegado a la meta. Ha llegado exhausta.

Como soy español, voy a ser fiel a nuestra tradición y no voy a entonar el mea culpa. Me limitaré a culpar de este desastre al fisiócrata francés a ver quien le pide cuentas ahora- por habernos enseñado que lo mejor que podemos hacer para que nuestra economía marche bien es no preocuparse de ella, ya se encarga de su buena marcha esa famosa mano invisible que se sacó de la manga otro clásico del pensamiento liberal. Gracias a este fisiócrata ilustrado "hemos dejado hacer" a los bancos todo tipo de operaciones financieras, a sabiendas muchas de ellas, del riesgo que ello conllevaba. "Hemos permitido" a altos cargos de entidades bancarias y cajas atribuirse remuneraciones millonarias mientras esas entidades quebraban y recibían dinero público. "Hemos dejado" crecer una burbuja inmobiliaria que ha tenido unas consecuencias absolutamente catastróficas. "Hemos dejado hacer" a nuestros políticos obras faraónicas de costes desproporcionados. "Hemos permitido" el desvío de dinero procedente de fondos públicos europeos a intereses privados. "Hemos permitido" a muchos cargos políticos hacerse ricos. "Hemos permitido" a los llamados osos especular y tumbar nuestro mercado de valores. "Hemos pasado" por alto el fraude fiscal que muchos han cometido sin necesidad alguna, solventándolo con una amnistía absolutamente injusta. "Hemos dejado hacer", "hemos dejado pasar" demasiadas cosas

Entre tanto desastre podemos sacar una conclusión que se presenta casi como trivial. Las medidas neoliberales salvajes aplicadas desde hace años que han provocado que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres, que han provocado la quiebra total de países enteros, que han dejado a millones de personas sin empleo, ha servido al menos, a mi modo de ver y para demostrar de una vez por todas, que la tesis liberal del "laissez faire" ya no sirve. En un mundo globalizado, en el que la sociedad es cada vez más numerosa y más compleja, no puede prevalecer el individuo a la sociedad si no que debe ser ésta la que prevalezca al individuo para garantizar la protección, la solidaridad y el acceso a los servicios y derechos más fundamentales. Los europeos y por supuesto lo españoles hemos sido durante muchos años demasiado individualistas para formar un proyecto europeo común. No hemos tenido la suficiente conciencia social que exige el proyecto político, económico y social europeo que hemos iniciado hace ya más de diez años.

Con Europa al borde del precipicio ya se habla por fin de medidas sensatas que se tenían que haber tomado hace mucho tiempo. Ya se habla de la necesidad de una política fiscal común, de una cesión de soberanía que garantice la protección y solidaridad entre los estados miembro, de un supervisor bancario europeo y de diversas medidas encaminadas a una mayor cohesión que nos obligarán a todos a remar en la misma dirección. Habrá por fin un control y una supervisión de las actividades que realicen los diferentes estados, controles muy necesarios pero que serán muy duros en nuestro país debido a los excesos tan desproporcionados que durante tanto tiempo se han cometido. Medidas sin embargo, que quizás lleguen demasiado tarde. No estaría de más extrapolar todo esto a nuestro propio país, para terminar definitivamente con los 17 reinos de taifas que no ven más allá de su propio reino. Cada vez son más los que abogan porque el Estado recupere competencias básicas imprescindibles para garantizar la igualdad entre los ciudadanos de las diferentes autonomías.

Ojalá hayamos aprendido la lección y las medidas que se apliquen a partir de ahora vayan encaminadas hacia un neoliberalismo mucho más moderado, mucho más controlado y mucho más ético. Incluso el propio Stuart Mill, defensor a ultranza del "laissez faire", -aunque admitió alejarse de él si ello producía un bien- escribió unas palabras que deberían estar asumidas por todos nosotros: Las acciones de cualquier tipo que perjudiquen sin causa justificada a los demás pueden ser, y en los casos más importantes debe absolutamente ser controladas mediante el sentimiento de desaprobación y, cuando sea necesario, por la intervención directa de los hombres. La libertad del individuo queda así limitada: no puede ser un fastidio para los demás. Sobre la libertad

"Laissez faire et laissez passer et le monde ira en efer;" «Dejad hacer, dejad pasar y el mundo se irá al infierno»

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