¿Qué cristianos somos?
Estoy leyendo, atónita, las declaraciones de feligreses de la parroquia San Juan el Real que estos días publican en el periódico con motivo del traslado de don Álvaro a la basílica de Gijón.
No conozco a don Álvaro, ni tampoco a don Fernando, fallecido recientemente. Sólo sé que su fama era grande y que era una fama de servicio, de vocación y de bondad.
Pero no entiendo estos escritos.
Me da la impresión de que estamos muy mal preparados y algo confundidos; y de que no captamos la esencia del mensaje cristiano.
Lo que yo quiero para mí debería quererlo también para otros. El tiempo de beneficio y de privilegio por haber disfrutado de un o unos curas magníficos es tiempo de agradecimiento. ¡Qué gran suerte tuvisteis los que os sentisteis reconfortados en la fe gracias a estas dos personas, sacerdotes y servidores de Cristo! Y, ¡qué bien que ahora les toque a otros disfrutar de don Álvaro y sentirse beneficiados con su forma de hacer y de ser!
La Iglesia la formamos todos. Y el cristianismo es una religión sin fronteras, una religión que nos enseña a compartir, a alegrarnos con el bien del semejante y a compadecernos con las dolencias del que sufre. No es un gueto. No es un acomodarse a una situación que me viene bien. No es restar oportunidades. Es ayudar, compartir, agradecer.
Seguro que el nuevo párroco de San Juan quiere desempeñar su labor de la mejor manera posible. Y seguro que don Álvaro quiere hacerlo muy bien en su nueva misión.
Pero si nosotros, los fieles, los que deberíamos de estar para ayudar y servir acompañando a nuestros sacerdotes, nos enfrascamos en partidismos y en situaciones de privilegio es que no hemos entendido nada.
Deberíamos cambiar nuestras apetencias personales por algo más colectivo. Dejar de juzgar al Arzobispo por sus decisiones, ya que seguramente las hizo buscando lo mejor para la comunidad; y si vemos que el resultado no es el buscado y las cosas no resultan bien, siempre se puede, desde el diálogo fraterno, la escucha y la participación, intentar reconducir y mejorar. Porque de lo que se trata es de que el mensaje de salvación que nos ofrece Cristo llegue a todos y de la mejor manera posible, para transformar poco a poco la sociedad que nos toca vivir.
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