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Algo habrá que hacer entre todos

3 de Julio del 2012 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

El FMI dice que España debe bajar el sueldo a los funcionarios. Querrá decir a los salarios pagados con dinero público: políticos; asesores áulicos; empleados de empresas públicas, fundaciones y demás tinglados; liberados sindicales y patronales; directivos y consejeros de Cajas de Ahorros auxiliadas con dinero público... Porque, al fin y a la postre, todo sería diferente si todos esos fuesen funcionarios y hubiesen accedido al puesto por concurso oposición y no por dedo-elección con el único mérito de ser incapaces de mermar el brillo de quien los elige. Obviamente, todos estos haberes públicos deberían ser incompatibles, pero..., con total desfachatez legal, algún concejal aún cobra dos como si la crisis tuviera moratoria. Por eso pienso que el FMI, que no es estúpido, igual tiene toda la razón y ha dado con la solución. Aunque son gente que sólo piensan en alzar la malla por sí y sus compañeros, deberían saber que el New Deal sólo fue puro analgésico en la última gran crisis, y que la solución fue una segunda guerra mundial con total empleo en producir medios para exterminar a la gente. Por tanto, una movilización general declarando el estado de guerra contra la deuda y un gobierno de concentración nacional sería realmente un mal menor. ¡Todos movilizados y funcionarizados! Luego se nos baja el sueldo a todos como dice el FMI y, siendo competitivos, conseguiremos el pleno empleo aumentando las ventas al exterior. Nos centraremos en dar trabajo a jóvenes activos y saludables: todos a trabajar contra la deuda. Las empresas buscarán con ahínco productividad y competitividad como única forma de ganar las batallas, y las menos rentables y útiles serán sacrificadas sin compasión y sin subvención, abriremos así las posibilidades a las buenas empresas con sus trabajadores. Los bancos que presenten mejor balance sin intoxicación en sus activos serán vigilados; los demás, como las corrompidas Cajas de Ahorros, se disolverán salvando los ahorros de sus impositores. La Fiscalía y Hacienda investigarán los nombres y apellidos de quienes alimentaron la traidora burbuja inmobiliaria que como un atentado explotó en medio de una ciudadanía alegre que confiaba en sus dirigentes sin que ninguno esté en la cárcel aún. Hay que averiguar cuánto dinero se puede recuperar del patrimonio de tales culpables de esta agresión mortal al cuerpo económico de las personas. Y, cuando seamos competitivos bajando los precios de nuestras producciones a base de nacionalizar empresas, formar cooperativas y bajar sueldos y beneficios con una economía de guerra, pagaremos la deuda y reconquistaremos nuestra digna independencia apostando únicamente por lo razonable. Así, olvidada la amoral estupidez, lo razonable empleará a más gente y con el beneficio de las empresas públicas (que cotizarán en Bolsa) se bajarán los impuestos a las privadas y aumentarán los servicios para todos. Las empresas públicas que no den beneficios serán consideradas traidoras para con los demás trabajadores. Los «listos» y «espabilados» serán perseguidos y no ensalzados como ahora. Las investigaciones serán promovidas y se dirigirán a la tecnología aplicada, la automatización de procesos y la difusión del conocimiento y, como en toda guerra que se precie, serán fundamentales. Todas las familias por domicilio fiscal tendrán dentro de ellas a un perceptor de un salario público básico familiar según el número de personas que vivan en él, se financiará así un puesto de trabajo por domicilio fiscal y hogar. Aumentará de esta forma el empleo, el bienestar y la cotización a la Seguridad Social. Sin productores no hay consumo y sin consumo no hay productores. Cuando todo esto termine, o nos habrá derrotado la deuda o la expansión nos llevará a las fronteras del espacio y la mar, como hace China. Si antaño la belicosa reconquista nos llevó con su inercia más allá de los mares en busca de especias, hoy, desde la libertad de todos, conquistaremos nuestra productividad como otros buscan nuestra libertad. Algo habrá que hacer, ¿no creen? Por Torrelodones despunta la esperanza del superávit. La solución no es adelgazar el Estado, sino trabajar todos.

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