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José Cuadra Sánchez, pintor y escultor

22 de Julio del 2012 - Agustín Hevia Ballina

Para los amantes del arte constituye un motivo de aliciente espiritual la visita de una exposición singular que se exhibe en la Fundación José Cardín Fernández de Villaviciosa, donde el aficionado a la obra del consumado artista Cuadra Sánchez podrá disfrutar con el magnífico conjunto, que combina escultura y pintura, que entre sí dialogan y se ofrecen en complementaria armonía y complemento sin igual.

La exposición pretende aunar dos polos íntimamente compenetrados: la Naturaleza, calificada como «Divina», y una conquista conseguida de formas y color, en que el artista se ofrece a la contemplación de los visitantes exhibiendo cuanto es capaz de perfección aunada. Como pintor, Cuadra Sánchez deja rienda suelta a sus múltiples potencialidades de expresión que, al contacto con la belleza de una Naturaleza lujuriante, con un protagonista conseguido, que es el árbol, traslada al espectador a un mundo que es creación del artista, para, a seguido, forzarlo a la interiorización de sus vivencias traducidas a formas estéticas emanadas de la propia interiorización del artista, también con el árbol por protagonista, pero hecho aflorar de sus vivencias más íntimas en una conquista de la forma y nueva vida de color captado desde las policromías, en cuya elaboración el artista se muestra maestro consumado.

Uno se adentra en esta exposición de «Naturaleza Divina» con temor y temblor, ansioso de descubrir el mundo de vivencias y de estéticas concentradas, que, apretada y mística coyunda, se impone por encima y más allá de los sentidos todos, para sumergir las mismidades del alma en un clima de conseguida conquista, que se proyecta en disfrute interior de una naturaleza que acaba dejándose domeñar por las virtualidades del artista.

Te encuentras en el vestíbulo de la exposición con gigantesco tronco de árbol, pintado a la tiza, cual pintura efímera, a que está destinado. Intuyes en lejanía hacia qué recónditos derroteros va a encaminarte el artista, en ese bosque insinuado con que te encuentras de bruces, de manos a boca, como quien dice, con la Naturaleza abrumadoramente expresada.

Una ojeada de conjunto a la exposición te ofrece claves de interpretación novedosas: descubres como si fuera un «totum», al fondo el magnífico Cristo románico de San Julián de Viñón, un Cristo clavado en el madero, los brazos infinitamente abiertos para abrazar entre ellos la entera creación. En él capta el artista la expresividad completa del Cristo que proclama el Apóstol San Pablo, cuando a gritos manifiesta que está aguardando «la recapitulación de todo en Cristo», para que, «al nombre de Jesús toda rodilla se doble de entre las cosas celestes», de las terrestres y de las latentes en las interioridades del abismo y toda lengua proclame y confiese que Cristo es el Señor, «para gloria de Dios Padre».

Todo lo demás, que no es Cristo, recibe del Crucificado su virtualidad expresiva. A sendos lados del Jesús, que es el Cristo Salvador, aparece figurada la Naturaleza que es posible vivir en Asturias: un pomar cargado de flores, a la derecha, esperanza segura de frutos de redención y un «pomar enforquetau», también esperanza señera de cosecha y de frutos de salvación.

Subtítulo: Una exposición singular en Villaviciosa

De las manos clavadas del Cristo Redentor verías partir como dos rayos imaginarios que llevan hacia sendas imágenes policromadas, en que el artista refleja una mujer que es María de Magdala, desprovista de sus manos, porque se las tiene prestadas el Jesús de la Cruz. A su lado, el Arcángel San Miguel –«¿quién como Dios?»–, que vence al espíritu del maligno y, correspondiéndose en frente del Arcángel, el Santo de la devoción popular, que vence «a peste y males», San Roque bendito, «santo y peregrino» y Ella, la Señora, la siempre Virgen María, «la Madre de Dios y Madre nuestra, que está en el cielo». Hasta ahí la impresionante carga de religiosidad, que, tallando maderas de diferentes árboles, consiguió hacer expresiva la fecundidad del artista.

Si ya te has dejado envolver por esa tensión religiosa y mística que emana de la escultura de Cuadra Sánchez, que te invade, sin pretenderlo, vete ya pasando revista a las diferentes interpretaciones del bosque y del árbol, que te ofrece para tu disfrute el artista. Cual si quisiera coadyuvar contigo las espesuras de paisajes y árboles variados a que te va asomando Cuadra Sánchez, invitándote a que «entres más adentro en la espesura», sugiriéndote las «montañas, los valles solitarios, nemorosos», como lo haría San Juan de la Cruz, bosques umbríos, prados verdeantes, árboles llenos de vida, pujantes de verdores, de ocres de las hojas que, en la otoñada, se tornan secas: de troncos de variados árboles, de que el artista obtiene la madera, que le servirá para sus creaciones escultóricas, a la vez que te empapará en una naturaleza de colores que los óleos de sus cuadros realzarán hasta potencialidades difíciles de mensurar.

sendas y senderos, caminos que te hacen variar las coloraciones por entre las arboledas, arroyos de aguas cristalinas, que atraviesan las umbrías o que se te insinúan en el caz de la «canaliega» de los molinos, bosque azul difícil de imaginar en la prosecución de la gama de los colores de esa naturaleza, que, por tan peculiar, tiene conquistada el artista. Humeros y abedules, vetustos castaños, viejos y nuevos troncos que te hacen pasar de la lozanía de la juventud al doblegarse del árbol viejo, amenazado de desarraigarse.

Y en una expresividad dominada y perfectamente sugeridora la manifestación hesiódica de las cuatro edades, que son las cuatro estaciones, que traslucen la vida humana que, en fases de un sucederse multisecular, sitúan al ser humano entre la cuna y la sepultura, siendo la más triste, la del invierno de la vida, con los troncos del árbol desprovistos de vegetación, con sus ramas sustituidas por lacerante escarcha, paralizadas entre nieves y ansias de recuperar el verdor perdido.

Una exposición para dejarse embeber en una naturaleza, que es todo vida en el árbol, que de su tronco inerte vuelve a dejar amanecer la vida, entre las manos del artista, que, usando el virtuosismo de sus manos, manejando la gubia y el formón, sabe arrancar sus potencialidades a la madera, volviéndola maleable para representar cercanías de divinidad, vírgenes y santos, para la veneración y el culto, para acercarse a la imagen de lo divinal y permitir al pueblo cristiano que se sienta confortado, cuando ante la imagen sacra se arrodille a rezar.

Cuadra Sánchez, ¿pintor o escultor?, ¿escultor o pintor? Te lo cifraré en mi resumen particular, definiéndolo como pintor y escultor, todo en uno y, por ello sobre todo artista consumado, y antes que nada poeta y artista de la naturaleza, que acaba en Dios.

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