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De la casta política, financiera y empresarial

10 de Julio del 2012 - Francisco M. Domínguez Menéndez (Avilés)

Ya tenemos memorándum, que viene a ser algo similar a un albarán de compra envuelto en papel de regalo para cubrir los devaneos de un hijo díscolo y cuya factura a quince años más uno de gracia debemos pagar con sangre sudor y lágrimas todos los españolitos subyugados bajo el vasallaje de los poderes del Estado: político, fáctico y social.

Finalmente, conocemos las siglas de los organismos redentores de nuestras entidades financieras. El nombre aglutinador de todos ellos, Europa, será nuestra guardesa entre el centeno que, como corresponde a una madre protectora, se encargará de tutelar la dolorosa transición de la banca española desde su fase pueril, incapaz de reconocer y asumir el valor del esfuerzo y el compromiso en la formación de un estado moderno, hasta la condición adulta caracterizada, tengamos fe, por la responsabilidad mercantil y ciudadana. Confiemos en que el viaje iniciado hacia la sensatez no tenga retorno y sean modificadas de urgencia las reglas del juego especulativo. Y ya puestos, no estaría de más extender la vigilancia y tutela unionista hasta los estamentos político y empresarial.

Ya que la invasión francesa no culminó con éxito su campaña anexionista, celebremos con alborozo la segunda oportunidad que nos brindó la Historia. Bendita la hora en que un avilesino de pro firmó aquel tratado que nos acercó a la civilización. Gracias a ello y al esfuerzo de todo un pueblo que lucha contra la adversidad económica podremos hoy salir del profundo atolladero en el que nos metió la clase política, financiera y empresarial ajenas al dolor de las familias e interesadas exclusivamente en salvar su propio estatus y el de la casta de pertenencia.

Hace escasos días, en un alarde de solidaridad, el empresariado asturiano, por boca de su presidente, reclamaba más recortes en la Educación y Sanidad públicas. Son nostálgicos del pasado autocrático y de la era preindustrial caracterizada por altas cotas de analfabetismo y elevadas tasas de mortalidad, debido, entre otras razones, a la esclavitud laboral. La primera revolución industrial, germen de la modernidad, a la que España se incorporó con un siglo de retraso y no de forma equilibrada en todo el territorio nacional, no trajo consigo cambios productivos significativos. ¡Que inventen ellos! Dice Unamuno en frase lapidaria que aún sigue maniatando el pensamiento innovador. Para el empresariado asturiano y, por extensión, español, el hombre sólo es la unidad de trabajo que les da riqueza al margen de cualquier otra consideración de carácter social. Mercancía con la que jugar según sus propios intereses productivos, favorecidos por una legislación laboral confeccionada a su antojo y siempre abierta a nuevos ajustes opresores.

De la gloriosa estirpe de altos ejecutivos de banca, enraizados en no pocos casos por lazos familiares con los del párrafo anterior, nos quedan las enseñanzas del uso y abuso de las malas prácticas. Una casta criada bajo el amparo de la permisividad legislativa: indemnizaciones millonarias, desahucios inclementes, especulaciones financieras, acciones preferentes, salidas a bolsa en condiciones presuntamente delictivas, son algunas de las joyas de una corona que adorna las cabezas más preeminentes de nuestro sector bancario. Las mentiras políticas y ocultación de datos merecen un capítulo aparte por la trascendencia tan nefasta para nuestra economía, puesta de manifiesto en el imparable, al alza, mercado de las primas de riesgo y el elevado precio del dinero. Por lo visto hasta ahora, los autores intelectuales y materiales del engaño, todos ellos políticos, unos electos y otros por designación dactilar, permanecen intocables.

Y todo lo antedicho aderezado con una mezcolanza de engaños, manipulación de medios, amiguismos e intereses políticos, sindicales, empresariales y jurídicos que mantienen y permiten la impunidad de estas castas. A los demás nos administran, por la vía de los hechos consumados, sobredosis semanales de recortes, repagos y presiones fiscales. Todos los esfuerzos, sacrificios y penurias recaen sobre el pueblo llano, las grandes fortunas mantienen intocable su riqueza. La lucha de clases sigue más viva que nunca.

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