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El conflicto minero

12 de Julio del 2012 - J. Jesús J. Suárez González (Gijón)

Las columnas de mineros procedentes de Asturias, León y Teruel se han juntado en Aravaca y, tras un breve descanso, han llegado al centro de la capital de España entre canciones, música de gaitas y gritos de lucha. A la marcha se han unido miles de personas, algunas organizadas por los partidos políticos de izquierda y los sindicatos, pero muchas por propia iniciativa. Hacía largo tiempo, quizá desde los primeros de mayo en la transición, que no se veía una movilización con tanto convencimiento reivindicativo. La llegada de los mineros a Madrid enfundados en sus ropas de trabajo, con sus cascos y sus linternas iluminadas en la noche, tirando voladores y cantando el «Santa Bárbara bendita», ha cambiado radicalmente la coreografía de las manifestaciones en la capital del Estado y puesto la carne de gallina a mucha gente. Algunos incluso no han podido reprimir sus lágrimas. Al lado de la ira de los mineros, las protestas del movimiento 15-M parecen ahora peccata minuta.

Pero yo tengo sentimientos enfrentados en este grave asunto, y le aseguro que ni mucho menos soy el único al que le sucede esto en Asturias. ¿Cuál es la razón del levantamiento minero?, no son las condiciones de trabajo, ni los salarios de miseria, ni las jornadas interminables, ni los niños que con 12 años ya entraban a trabajar en los pozos, ni los muertos que la mina se cobraba todas las semanas. Eso era lo que pasaba en el año 1934, cuando Asturias y las cuencas mineras se levantaron en armas contra la derecha que gobernaba la República. Tampoco tiene nada que ver lo de ahora con las huelgas de los años 60, que fueron, sobre todo, políticas, y sabiamente instrumentalizadas por los sindicatos, entonces clandestinos, que en aquellos tiempos eran correa de transmisión del PCE y del PSOE, para poner en dificultades a la dictadura franquista. La huelga que ahora mantienen los mineros lo único que reclama son los millones de ayudas que la patronal del sector y los sindicatos firmaron con el Gobierno de Zapatero para conseguir una muerte lenta de lo que un día fue una actividad con carácter estratégico, pero a la que la UE ya le había puesto fecha de caducidad para el año 2018. No nos engañemos, no se está defendiendo el futuro de las cuencas mineras, como nos dicen, sino salidas personales antes de que se cierren definitivamente las explotaciones y consolidar un histórico nicho de votos.

Porque –es una evidencia– los mismos que lideran el levantamiento, la FSA, el Gobierno socialista de Asturias y el secretario general del SOMA-FIA-UGT, José Ángel Fernández Villa, no hicieron absolutamente nada para preparar una salida socioeconómica de futuro en las cuencas mineras para cuando se cerraran las minas, al contrario, mientras algunos decíamos que el carbón tenía las horas contadas y que era imperativo usar los fondos mineros en la creación de un nuevo tejido industrial, estos se lo gastaban en sendas verdes, museos ridículos y toda una larga lista de chorradas que nada tenían que ver con la idea para la que fueron concebidos. Fueron años de concentraciones triunfales en Rodiezmo, de venerar a la cigarra y de reírse de la hormiga. Pero, hete aquí, que ha llegado el invierno.

Aunque se me revuelven las tripas al ver a políticos y personajes de la pseudoizquierda apoyar las reivindicaciones de los mineros, los mismos individuos que en todos estos años han hecho todo lo posible para que hoy los trabajadores estén a los pies de los caballos y que en las cuencas mineras reine la desesperación, he de admitir que esta huelgona y las radicales movilizaciones de los mineros tienen un valor inestimable en la articulación de una contestación contundente que hoy y en las próximas fechas va a ser más necesaria que nunca en nuestro país. Por ese rayo de esperanza que ha aparecido en el horizonte muchos ciudadanos de Madrid también se han emocionado.

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