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La trampa del Campoamor

21 de Julio del 2012 - Emilio Costa Reparaz (Oviedo)

Hace unos días, el 2 de junio, fui al teatro Campoamor. Quería ver y oír Amadeu. Para ello elegí unas buenas entradas, delantera de entresuelo (fila 1, butacas 3 y 5). En teoría desde la primera fila del primer piso la vista del escenario y el oído debían ser maravillosos. Craso error.

Entre el asiento y la barandilla hay 20 centímetros. Salimos con las marcas de la reja grabadas en las rodillas. Me río de los que se quejan de los aviones, ojalá dispusiésemos de todo ese espacio. En el teatro ni siquiera puedes mover los pies, pues chocan con los del vecino si te pones de lado y con la barandilla si estás de frente.

Me imagino que para evitar «suicidios» han colocado un quitamiedos sobre la barandilla original de forma que la visión de la escena se ve partida horizontalmente por la barra. Este tope se tiene que sujetar y para ello han colocado unos soportes (tres frente a algunos asientos, la butaca número 5) que verticalmente dificultan la visión del escenario. Las personas con problemas en las cervicales deben abstenerse de ocupar esas localidades.

Me gustaría saber quién diseñó la famosa reforma recientemente realizada, quién autorizó el pago, quien comprobó el resultado y quien autorizó la mencionada y cacareada «remodelación».

Señores comentaristas, creo que criticar, comentar y disfrutar de una obra de arte, ópera, zarzuela, concierto, ballet... abarca diferentes aspectos, no son sólo música, voces, interpretación, puesta en escena, sino que debían indicar si lo que ustedes perciben se puede compartir con el resto de los mortales que van a asistir en condiciones distintas. Pienso que algunos de ustedes, con gran envergadura, no han pisado ni se han sentado en esas localidades, por favor háganlo aunque sólo sea un ratito.

Lo que más me ha sorprendido es que al comentar la situación con amigos y conocidos la respuesta ha sido: «Sí, es horrible, incomodísimo pero, ¿qué podemos hacer?». La resignación de la gente no la entiendo.

A mí se me ocurren varias soluciones, una: suprimir una fila para dejar más sitio. La segunda solución es un poco drástica: reservar esas localidades para niños y personas que no superen los 160 cm o avisar que no se cabe y que con las sujeciones de la barandilla «nueva» se ve muy mal.

Señor alcalde: si se atreve será un honor invitarle a ver la obra que usted quiera en esas localidades. Verá cómo una gran obra como Amadeu se convierte en una tortura que estará deseando que termine.

Dios no lo quiera, pero como por desventura fuera necesario salir del teatro con rapidez y en orden tendríamos una gran desgracia pues entre los nervios y la carencia de espacio para moverse no se podría hacer un desalojo rápido y razonable. Creo que las autoridades encargadas de la seguridad deberían comprobarlo.

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