¿Esnobismo o conciencia?
Soy padrino de una joven, ya tiene treinta y dos años. Sus padres, creo que por esnobismo, por un sentido infantil de la responsabilidad, decidieron cuando nació que no la bautizaban. Llegaron a jactarse de su buen criterio al no querer coaccionar a su hija con formándola en una religión que posiblemente no iba a profesar cuando fuera mayor. Cuando alguien, normalmente una tía de la niña y yo, les intentábamos razonar que en el futuro la niña podría sentir una presión inadecuada por ser distinta a sus compañeros, yo La llamaba la Juan Salvador Gaviota, siempre argüian que de esa forma su hija, mi hoy ahijada, podría elegir cuando fuera consciente.
La niña creció y en el colmo de la incongruencia paterna, acudió a un colegio de monjas, eso si no asistió a clase de religión, faltaría más, la originalidad de sus padres por encima de todo. Y cumplió los ocho años y sus compañeras, sus amigos, se preparaban para hacer la Primera Comunión y los padres, tíos y amigos de sus progenitores comenzamos a detectar un cambio en la actitud de la niña, más reservada, arisca, menos espontánea, su comportamiento distaba del propio de su edad. Pasados varios meses, la tutora llamó a mis amigos y les contó lo que la niña le había confesado: no estaba bautizada y por tanto no podía hacer lo que todos los niños esperaban con enorme emoción.
Carreras, petición de favores, y al final la niña, inmensamente avergonzada, es bautizada a la edad de nueve años, ceremonia a la que asisto en calidad de padrino, para que a los seis días pudiera recibir la Primera Comunión junto con sus compañeros y amigos.
Ese día tan especial, la niña, con una mirada entre triste e inquieta me preguntó:
- Padrino, ¿porqué mis padres me han hecho esto?.
Los niños tienen una gran, innata, habilidad para preguntar cuando menos lo esperas, cuando no tienes preparada la respuesta, así que, cuando el cuerpo me pedía que le dijera que porque eran tontos de remate, le argumenté no se que de la libertad, de su conciencia, formación y elección. Estoy seguro que sonó a falso porque no conseguí borrar del rostro de María Eugenia el gesto, entre triste y afligido, de frustración.
Si, mi ahijada se llama María Eugenia, omito los apellidos porque no me parecen necesarios, desgraciadamente es huérfana, sus padres, mis amigos, ya no están entre nosotros para que yo pueda seguir reprochándoles su egoísmo y el sufrimiento que innecesariamente habían infringido a su hija.
Solo espero que el día de mañana, dentro de siete u ocho años, Lía no les recrimine a sus progenitores que la hagan pasar por el bochorno de ser distinta a sus compañeros. Porque por pura congruencia deberían abstenerse de que con nueve años recibiera lo0 que para los creyentes es un Sacramento, todavía no habrá adquirido la madurez necesaria para poder elegir; salvo que los señores de IU tengan otra ocurrencia similar e instauren la comunión civil, con la aquiescencia del resto de grupos políticos.
Moraleja: ¿Qué anima a los humanos a interferir en asuntos que no son de su competencia cuando son incapaces de solucionar con rigor y justicia los que les compete?
Por cierto a mi mis padres me enseñaron desde tierna edad que si no puedo desempeñar las funciones propias del puesto para el que fui nombrado, lo que tengo que hacer es dimitir, marcharme. A eso se le llama honradez, me dijeron, lo contrario es ser un trepa aprovechado o un inepto.
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