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El retorno de los héroes humanos

20 de Julio del 2012 - María Jiménez Selgas (Madrid)

He creído importante contar esta historia para que todo el que la lea pueda recuperar un poco la fe en el ser humano de modo desinteresado, al igual que me pasó a mí hace unos días en la maravillosa ciudad de Oviedo.

Comenzaba el día 13 de junio y yo caminaba temprano por la calle Posada Herrera de Oviedo, ciudad que visito siempre que puedo por la vida que recibo allí.

Una mañana amable y silenciosa que hacía prever un día tranquilo, hasta que, como alma que lleva el diablo, pasa corriendo un chico que se acerca rápidamente a una mujer que, cargada con el carrito de su bebé, que se disponía a dejarlo en la guardería, sin más motivo, la agrede propinándole un puñetazo en la cara que la deja aturdida e incrédula...

Aquella mujer sólo pudo gritar: ¡ayuda!

En ese momento, de un portal de más abajo apareció el que llamaré nuestro héroe en silencio, que, viendo la situación y sin tener que preguntar más que lo que veía, no dudó un solo segundo en salir corriendo con su traje y corbata detrás de aquel loco mañanero y perseguirle mientras que marcaba en su móvil e informaba a la Policía de lo sucedido y por dónde se escapaba el agresor.

Al momento, nuestro héroe en silencio apareció corriendo de nuevo para socorrer a aquella mujer y, de nuevo sin dudar, la recogió y se la llevó al hospital para que le atendieran de sus lesiones.

A mí esa reacción tan humana y desinteresada me sorprendió hasta el extremo de que quise seguir indagando sobre qué había pasado con la gestión que este nuestro héroe en silencio había regalado de él mismo en esa mañana y fui a preguntar si había sido fructífera esa acción. El resultado del que me informó es el siguiente:

mientras corría detrás del agresor fue informando a la Policía por dónde huía, hasta que el loco agresor se montó en un taxi. Nuestro héroe en silencio toma nota y transmite a la Policía la matrícula del taxi para que puedan seguir la persecución. He de decir que me cuentan que, en el transcurso de la huida, el agresor agrede a una segunda mujer del mismo modo que a la primera.

Cuando nuestro héroe en silencio regresa de llevar a la mujer al hospital y acompañarla hasta que acaban de examinarla, se interesa por contactar con el taxi donde huyó el agresor, y el taxista le informa que ha dejado a aquel tipo en la estación de tren (el agresor tuvo el detalle de pagar la carrera) y cogió un tren para Gijón, cosa de la que también informa a la Policía para que puedan seguir su pista y retenerle.

Aconsejado por la Policía para no denunciar, porque ambas agresiones se han resuelto con contusiones y no han llegado a rotura y no podrán hacer nada con ese tipo (que ya es indignante, ese día fueron contusiones a dos personas, mañana puede ser asesinato y no tiene denuncias previas que vergüenza) nuestro héroe héroe en silencio regresa a sus rutinas diarias.

Posiblemente haya contado la historia a su familia como anécdota y con incredulidad por el resultado final frustrante para un gesto que no tiene precio y sin interés creado, y posiblemente al llegar a su trabajo aquel día (tarde y agotado) haya comentado la historia como poco habitual e indignado por el resultado vano, y lo único que habrá conseguido sea la crítica de sus compañeros de trabajo por no haberse lanzado volando a los pies de aquel agresor y detenerlo como harían los héroes de los cómics.

Pero mi reflexión va más allá. Héroes en los cómics tenemos muchos, incluso en el cine se juntan varios para salvar el mundo. Pero que una persona anónima y sola demuestre su lado humano sin pensar en ganar algo a cambio, valiente y gentil, me pone los pelos de punta y me hace creer de nuevo en el valor del ser humano, palabras que recalco para que las tomen ustedes de un modo literal.

Gracias, heroe en silencio, si todos fuéramos un poquito tú, ¡el mundo no estaría salvado, pero sería mucho mejor!

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