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A la memoria de nuestro presidente, don Manuel Álvarez González

20 de Julio del 2012 - Secundino Roces Riera (Oviedo)

Hace ya algunos días se nos ha ido Manolo, el amigo, el compañero, el presidente, como a él le gustaba que lo llamáramos.

Sin darme cuenta, desde su muerte, acaecida el 6 de junio pasado, se pasó el tiempo y, no sé por qué, yo no terminaba de escribir esta pequeña crónica a modo de despedida, que siempre estuvo en mi intención. Es como si a mi subconsciente le costara admitir que él ya no estaba, que lo habíamos perdido.

Hoy estoy decidido a terminar con esa incómoda situación que para mí supone el admitir que definitivamente Manolo se nos ha ido.

Durante más de treinta años Manolo presidió una reunión de amigos que dimos en llamarla la peña La Amistad. Nos reuníamos una vez al mes para charlar, cambiar impresiones; de negocios, poco, casi nada. Terminábamos comiendo y organizando unas partidas de tute y mus. Para Manolo su juego preferido era el tute. Éramos, todavía somos, 25 amigos, aunque siempre había dos o tres invitados. Cuando asistían nuestras esposas, que no era lo normal pero sí de cuando en cuando, nos reuníamos cincuenta o sesenta personas.

Durante esos más de treinta años se realizaron varios viajes: a La Rioja, Andalucía, Galicia, Portugal, México y Argentina, y no sé si me dejo alguno.

En uno de estos viajes se puso de manifiesto el talante y compromiso de Manolo con sus amigos. Ocurrió con motivo del viaje a Buenos Aires, decidido en una votación democrática. Sucedía que Manolo acababa de estar en esa ciudad apenas hacía un par de semanas, pero decidieron acompañarnos él y toda su familia. Al final, por una reunión importante de negocios, no nos pudo acompañar en el viaje, pero viajó tres días después. Claro que el recibimiento que le hicimos en el aeropuerto de Buenos Aires fue un reconocimiento de su esfuerzo y compromiso con los que éramos sus amigos.

Durante esos treinta años celebramos seguramente más de trescientas reuniones. Manolo sólo faltó a una. Ocurrió que en una de ellas un viaje a Milán urgente a última hora le impidió la asistencia. Pero no le impidió llamar por teléfono a las 2.30 p. m., cuando estábamos reunidos, para hablar con mi hermano José María, que era el esforzado y cumplidor secretario de la peña, y que le diera las novedades.

O cuando regresando de un viaje a Andalucía, en avión, observo que Manolo y su hija Flor se pasan un buen rato hablando y haciendo números sobre un papel. No era normal que Manolo hablara de negocios durante nuestras reuniones, y picado por la curiosidad al llegar a Ranón le pregunto a Flor por el motivo de su larga charla. Me dice que estaban haciendo números de los gastos del viaje de más de una semana y que, claro, lo pagado por todos no alcanzaba a cubrir los gastos pero que su padre había decidido que lo que faltaba lo aportaba él.

Hemos perdido a un amigo entrañable, ha dejado un hueco que es imposible cubrir. Lo vamos a echar mucho de menos y en la peña tenemos que decidir si continuamos sin Manolo, cosa que yo veo difícil, pues él era el alma de todo.

No puedo cerrar sin hacer mención a otros cinco amigos de la peña que también se nos han ido. Ellos son: el doctor Pedro Mata, Marino Braga, Julio Blanco, Arsenio García y José María Bohigas. Descansen todos en paz.

Y, como a éstos, seguro que allá donde Manolo esté le hará feliz que termine esta crónica con los ripios que, con motivo de su 80.º cumpleaños, le dedicó su amigo y también miembro de la peña Óscar Granda:

«Hay que recorrer el mundo / desde el Ecuador al Polo / buscando qué regalarle / a nuestro amigo Manolo.

»Que le pueda sorprender / y sea de utilidad / es difícil conseguirlo / si no es por casualidad.

»Glosarle como persona / y también como empresario / pareznos repetición / pues lo hacen muchos y a diario.

»Vamos cambiar de lección / y dedicar estos ripios /a contar cómo Manolo / organiza sus equipos.

»Y un equipo donde juega / y ejerce su autoridad / conocido es de todos / ye la peña La Amistad.

»Disponiendo el presidente / de un grupo de buenas voces / eligió como tenor / a José María Roces.

»Después de varias lecciones / y con contactos a diario / renovólo de tenor / y nombrólo secretario.

»Pa reforzar el equipo / y darle solera y tino / fichó como portavoz / a otro Roces, Secundino.

»Buscando sabiduría / un hombre de enciclopedia / y apostó por el mejor / que es José Antonio Hevia.

»Para aportar experiencia / y evitar cualquier desliz / personas de confianza / Manolo Alperi y Muñiz.

»Queriendo ganar prestigio / y pa completar la muestra / pues incorporó al equipo / a »Pepín, Cholo y los Riestra.

»Hasta a los temas legales / quiso darles solución / y apostó por un notario / que se llama Julio Orón.

»Para portero, pensó / uno alto y con decisión / así se trajo al equipo / al mejor, José Ramón.

»Para cubrir la defensa / gente experta y con buen tino / y llegaron de la mano / Pepe Troteaga y Tarquino.

»Para dirigir el juego / gente que sepa mandar / e incorporó con criterio / a Domingo y Apolinar.

»Y para meter los goles / esos que escasean tanto / se trajo desde Ensidesa / al mejor a Julio Blanco.

»Para hacer las rotaciones / buscó gente con nivel / e incorporó sin dudarlo / a Ávila y San Miguel.

»Para mantener contactos / y halagar a los del pito / las mejores relaciones / Su yerno Fredi y Minito.

»También quiso controlar / aguas internacionales / y fichó de una naviera / a Jorge el de Alvargonzález.

»Sólo faltaba la guinda / para poner al pastel / y se gastó los dineros / para traer a Daniel.

»Luego nombró embajadores / que en eso es pionero, / el mejor ejemplo ye/ don Pedro Mata en el cielo.

»Y así se escribe la historia / de este equipo sin igual / les saluda el tesorero / Óscar Granda y Noval».

Y termino, amigo Manolo. Nos has dejado huérfanos, y todos estamos hechos polvo. Pero nos recuperaremos, te lo prometemos. Y tú, descansa en paz.

Para su querida esposa, Nieves; su hija, Flor, y su yerno, Alfredo, como también sus nietos, Manuel y Valle, todo nuestro afecto y cariño en estos duros momentos.

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