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La vaciedad del discurso político

20 de Julio del 2012 - Francisco M. Domínguez Menéndez (Avilés)

Parece ser que cinco asturianos cogen las maletas cada día para buscar trabajo, que no fortuna, en otras tierras. Unos, bajo el repicar lacrimoso de campanas cristalinas, se irán soñando la vuelta al terruño para cumplir las promesas matrimoniales. Otros, nunca volverán a pisar el suelo de sus ancestros y organizarán definitivamente sus vidas en torno al nuevo ámbito cultural de acogida. El hombre se va y lleva consigo un equipaje cargado de sentimientos; emociones que la vida se encargará de aliviar sin llegar a dejarlas en el olvido.

Una tierra, Asturias, buena para quedarse, dijo un día el Ingeniero de Minas que hoy distribuye la miseria que aún queda en las arcas públicas de nuestra región. Dentro de poco repartirá telarañas. Los artrópodos emigrarán en los bolsillos de sus portadores hacia la tierra de promisión.

Una vez más se pone de manifiesto la vaciedad de la palabra política. Creyendo iluminar las tinieblas de la desesperación caen en la escenificación de la miseria. Palabras viciadas por intereses partidistas y vacías de todo contenido realista, recursos dialécticos que en la exageración tienen su principal carencia, discursos pueriles que sólo engañan a quienes los pronuncian. Nuestra bien alimentada casta política tropieza constantemente en la piedra de la sobreactuación, como hacen los cómicos de tercera fila.

Contrariamente a la partícula de Higgs, causante del proceso aglutinador de la masa, la oratoria política disgrega la confianza ciudadana, tan necesaria en la penosa situación actual que atraviesa nuestra sociedad.

Dos ejemplos ilustrativos de cómo el argumento político carece de toda sustancia clarificadora al tiempo que rebosa de intereses diversos y confusos, los encontramos, el primero, en la carta publicada en este medio y firmada por Alejandro Arias Torres, Jefe de Gabinete, que lo fue, de la hoy fracasada y extinta, políticamente hablando, Isabel Pérez Espinosa, quien en un alarde fraseológico sobre la horizontalidad del suelo y la verticalidad de las instituciones públicas, pretende conservar la vieja y costosa estructura político- territorial asturiana inamovible, para lo cual, acompaña el alegato de una verborrea infumable organizada a través de una suerte de ítems vacíos de contenido.

El segundo, más reciente, pertenece a la réplica pronunciada por la Consejera de Educación, Ana González, en el enfrentamiento habido con el diputado forista Manuel Peña, en su intervención en la Junta General del Principado. Todo el bagaje informativo de esta señora sobre nuestro equipamiento cultural de la ría, motivo del duelo verbal, quedó reducido a una insustancial declaración de vagas intenciones. De los contenidos programáticos, nada de nada.

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