La guardería de la Universidad, un tesoro perdido
Hace dos años, en julio de 2010, se publicaba en esta misma sección una carta que se titulaba «Una guardería que es un tesoro». En ella un grupo de padres agradecía al personal de la Escuela Infantil de la Universidad de Oviedo su dedicación y buen hacer. Hoy, dos años después, he querido titular esta carta «La guardería de la Universidad, un tesoro perdido». Duele mucho, pero es así, el próximo año únicamente se mantendrá abierta con los 19 niños que ahora estaban matriculados en el centro y con cinco cuidadoras. El resto ha sido destinado a otros puestos lejanos a su formación y experiencia y, en julio de 2013, finalmente, cerrará sus puertas para siempre. Y digo para siempre porque, aunque se hable de que quizás en un futuro la Universidad tuviera que abrir una guardería, de acuerdo con el prometido plan integral de apoyo a la conciliación de la vida laboral, personal y familiar del Gobierno, muy probablemente sería un servicio externalizado o en concierto con la Administración y de lo que estoy segura es que sería más barato, peor, y las cuidadoras que hasta ahora formaban esa gran familia, ya no estarán. Los primeros años son quizá los más importantes para el desarrollo emocional de los niños, pero no somos realmente conscientes de ello, sino no se explica que tuviéramos a las mejores profesionales, personas con experiencia que han cuidado de nuestros hijos, queriéndolos y respetándolos, porque no hay amor sin respeto, y en lugar de enorgullecernos de ello y proteger nuestro tesoro, decidiéramos ocultarlo, ir recortando el servicio como si fuera un pecado que parte del presupuesto de la Universidad fuera detraído para cuestiones consideradas menores, haciendo que nuestro tesoro resultara muy vulnerable en tiempos de crisis.
Escribo estas líneas con lágrimas en los ojos de tristeza e impotencia, pero quiero rendir con ellas homenaje a las cuidadoras de la Escuela Infantil, porque sois vosotras las que la convertisteis en un tesoro y habéis hecho que Sergio se sintiera como en casa. Habéis constituido una parte importante de la vida de mi hijo y, por tanto, de la mía propia. Nunca os olvidaremos. Gracias.
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